miércoles, 26 de diciembre de 2018

Impresiones de viaje 3


Yo nunca he pasado un día de San Esteban en Cataluña (aquí puedes ver de lo que va la festividad). Pero esta vez estuve cerca. No tanto por la fecha (que también, aunque me faltaron unos diez días), sino porque tuve la fortuna de que mi amiga Joana, una de mis anfitrionas en esta visita a Barcelona, me invitara a comer, junto con su hija Gemma y una amiga suya, Paola, al súper recontra archi tradicional barcelonés, 7 Portes (en servicio desde 1836) para festejar el cumpleaños de Gemma.

Entre los platillos más afamados del lugar se encuentra una gran variedad de arroces. Pero yo quería un menú de nadal, de navidad catalana. Entonces me sugirieron empezar con una escudella y carn d'olla (una especie de cocido a la catalana). De segundo me apetecían unos canelons, típicos de Sant Esteve, o sea, de un día como hoy, para los cuales se solía aprovechar las sobras del día anterior como relleno. Pero como yo no iba a tener un día anterior, opté por pedírmelos.

Claro que lo de la escudella de primero me empezó a sonar un tanto excesivo. Y me decanté, entonces, por algo más ligero, pero igual de típico, una escalivada (del verbo catalán escalivar, asar al rescoldo), preparada con berenjena, pimiento, tomate (nuestro jitomate) cebolla, ajo y aceite de oliva. Yo la había probado en México alguna vez y en algún lugarcillo del ensanche barcelonés hace cuatro años y pico. Pero ninguna como la del 7 Portes. ¡Una delicia!

Y los canelons, también. ¡Buenísimos!

Y por si eso hubiera sido poco, pedimos postres: Joana y yo, una mousse de xocolata absolutamente orgásmica y Gemma, un helado de turrón con neules (que por fin conocí en persona, después de haberlas usado medio a ciegas en mi novela: resultaron ser unas galletas tipo barquillo, delgaditas y largas).


Aquí una foto del interior del 7 Portes, desde donde estaba yo sentada, y mi agradecimiento a Joana por su generosidad:




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