Sacó la
trenca del armario y, cuando metió la mano en los bolsillos, se encontró con sus
vidas pasadas: un par de billetes del metro de París, la envoltura de un
caramelo de regaliz de los que su padre comía después de cenar, un pañuelo
arrugado de antes de la guerra, una flor seca que se desintegró al contacto con
sus dedos.
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