jueves, 22 de octubre de 2020

seis/10

 















Esta película marcó un hito en mi carrera como cinéfila.: la primera vez que fui al cine sola. No me acuerdo, tampoco, de la razón que me llevó a hacerlo. Andaba por los veintipico (cuántas cosas a los veintipico que luego te acompañan el resto de la vida). Aunque la cinta es de 1977, o sea, de mis 14 años, la vi unos 10 años después en un festival o ciclo o algo así. Sí recuerdo que fue en el cine Pecime, allá en la Ciudad de México, en Avenida Universidad a la altura de Gabriel Mancera, en la Del Valle. Puedo ver la esquina en mi mente con total claridad, aunque esa sala pueda ya haber desaparecido en el mundo externo.

¿Qué fue lo que me conmovió y me sigue conmoviendo de Un día particular, mi cinta favorita de Ettore Scola? La historia de amor, en un amplísimo sentido del término, entre sus protagonistas: Sophia y Marcello (no recuerdo los nombres de los personajes, que siempre se pueden guglear, pero no me apetece). Un amor nacido de la indiferencia, de la discriminación y la intolerancia, de la soledad, que llevan a un encuentro íntimo, en el más amplio sentido del término.

Es un respiro, una salida a por aire, entre las sábanas de la colada en la azotea romana, en un mundo cruel y anulatorio. Que pisotea espíritus. Espíritus que se conectan casi a su pesar. Y mi yo de veintipico supo que eso era posible. (Incluso lo llegó a vivir en una historia universitaria de encuentros imposibles pero conmovedores, ¿verdad, Francisco tan querido entonces?: mi/nuestro propio día especial, digamos).

Y de este filme, además y cosa rara, recuerdo con toda claridad, también, el final: la vuelta al mundo de antes para ella; el final del mundo de antes, para él; y para ambos el no volver a ser los de antes después de haberse encontrado en el reflejo de los ojos del otro. Eso no se olvida.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario