miércoles, 27 de marzo de 2024

Visita fugaz 2


Hoy no las tengo todas conmigo. Así pasa a veces. 

Entonces llega un colibrí a mi balcón. Lo veo con el rabillo del ojo. Volteo la cabeza. Es una silueta que tiembla. El contraluz no me deja ver sus colores. Pero sí veo cómo se acerca a los peces de colores que cuelgan de mi balcón. No encuentra néctar. LUego pasa a las gallinas de barro que cuelgan junto a los peces. Tampoco encuentra néctar. No tengo tiempo de fotografiarlo: lo disfruto solo. Sigue su camino hacia la derecha del balcón. Abro la puerta y me asomo. Se ha ido sin dejar rastro, como los pensamientos en la mente si los dejamos. Alcanzo a ver su aleteo mientras se dirige al siguiente edificio, en busca de néctar o de agua.

Escribo, sabiendo que las palabras me alejan de la experiencia, pero también la honran. 

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