Yo lo conocí gracias a doña Pina, mi vecina del primero, que lo tiene en un macetero, junto a unas begonias (creo) y a la planta de flores moradas cuyo nombre he olvidado, en la puerta de su casa. Por estas épocas, le sacaba yo fotos a las flores del nopal y un día le dije a doña Pina si me regalaba un piecito para plantarlo en mi casa. Me dijo que sí, pero no pasó nada.
Una mañana, o quizá una tarde, después de caminar, me robé yo los piecitos (pensé que con cortar 2 o 3 de los segmentos del cactus que salen uno arriba del otro sería suficiente y lo fue y, además, robo robo no era porque ya doña Pina había dicho que sí, ¿no?). Los piecitos pegaron e iban creciendo muy poco a poco, hasta que un buen día, doña Pina me interceptó a la entrada del edificio y me dio dos piezotes que ella había puesto en agua para mí: ya tenían raíces y, de hecho, empezaban a podrirse. No me atreví a confesar mi hurto; solo le agradecí y me los traje a mi casa.
Consideré tirarlos a la basura porque ya empezaban a oler mal, pero tampoco me atreví. ¿Cómo, después del esfuerzo y buena onda de doña Pina? Así que los planté junto a los piecitos y también pegaron. Hoy se ven integrados todos como una sola planta en una maceta mitad negra y mitad azul con espirales blancas que compré hace años y en donde no se había dado nada. Cuando descubrí que a la Khandro le gustaba morder el nopal navideño, la empecé dejar salir al balcón solo bajo mi supervisión.
Y el nopal medró, prosperó, se puso muy bonito y, finalmente, hace unos días empezó a florear: ¡en mi balcón! Me hizo enormemente feliz, sobre todo, porque es como tener otro pedacito de doña Pina cerca (no es la primera planta que me regala: ahí está la planta de flores moradas con corazón blanco cuyo nombre he olvidado).
Aquí las preciosas flores del cactus de navidad (mejor con minúscula).
Las 2 primeras:
Y la tercera:
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