jueves, 30 de junio de 2022

Invitado: Dzongsar Khyentse Rinpoché


Desde un punto de vista budista, cada aspecto y momento de nuestras vidas es una ilusión. De acuerdo con el Buda, es como ver un punto negro en el cielo al que no podemos dar sentido y luego concentrarnos intensamente en él hasta que finalmente podemos distinguir una bandada de aves; o escuchar un eco perfecto que suena exactamente como una persona real que nos responde gritando. La vida no es nada más que un flujo continuo de ilusiones sensoriales, desde las más obvias, como la fama y el poder, hasta las que son menos fáciles de discernir, como la muerte, las hemorragias nasales y los dolores de cabeza. Trágicamente, sin embargo, la mayoría de los seres humanos creen en lo que ven y, por tanto, la verdad que el Buda expuso sobre la naturaleza ilusoria de la vida puede ser un poco difícil de tragar. 



Original en inglés y fuente, aquíTraducción al español, mía.

Fotografía de James Gritz.


miércoles, 29 de junio de 2022

s i n ó n i m o s

  • eclosionar
  • brotar
  • salir
  • surgir
  • retoñar
  • reverdecer
  • nacer
  • echar

sinónimo, ma

Del lat. synony̆mus, y este del gr. συνώνυμος synṓnymos, de συν- syn- 'con-' y ὄνομα ónoma 'nombre'.

1. adj. Ling. Dicho de una palabra o de una expresión: Que, respecto de otra, tiene el mismo significado o muy parecido, como empezar y comenzar. U. t. c. s. m.


Quizá la lista de palabras con que abro esta entrada no cumpla exactamente con la definición de la RAE, pero son las que llegaron a mi mente cuando descubrí las primeras dos hojas nacidas de una hoja mayor de violeta que planté después de que hubiera echado sus raíces en agua. 

Es un momento de gozo inmenso. De certeza de que la vida continúa, aun efímera. De una sensación de apertura en el pecho que trasciende las palabras. (El momento se repetirá, fresco y recién nacido, cuando lleguen las primeras flores.)


Aquí la imagen:

brotes en el ShiMi de barro

lunes, 27 de junio de 2022

Invitada: Pema Chödrön


Patrones habituales


Todos nuestros patrones habituales son esfuerzos por mantener una identidad predecible: "Soy una persona enojona"; "Soy una persona amigable"; "Soy un gusano despreciable". Podemos trabajar con estos hábitos mentales cuando surjan y permanecer con nuestra experiencia no solo cuando estamos meditando, sino también en la vida diaria. Ya sea que estemos solos o con otros, no importa lo que estemos haciendo, la incomodidad puede subir a la superficie en cualquier momento. Podríamos pensar que esas sensaciones turbadoras y agudas son signos de peligro, pero, de hecho, son señales de que recién hemos contactado la fluidez fundamental de la vida. En lugar de escondernos de estas sensaciones, quedándonos en la burbuja del ego, podemos permitir que se manifieste la verdad de cómo son las cosas en realidad.  Estos momentos son grandes oportunidades. Incluso si estamos rodeados de gente —en una reunión de negocios, digamos— cuando sintamos que se asoma la incertidumbre, podemos simplemente respirar y estar presentes con las sensaciones. No tenemos que entrar en pánico ni replegarnos. No hay necesidad de responder habitualmente. No hay necesidad de pelear o huir. Podemos seguir conectados con los demás y, al mismo tiempo, reconocer lo que estamos sintiendo.   


en Chimal, en lo que fue el gallinero alguna vez

















Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.
 

viernes, 24 de junio de 2022

¡Feliz cumpleaños, Rinpoché!


¡Que tu sabiduría y tu amor
alivien el sufrimiento de todos los seres sensibles
en todos los universos posibles!


flores hojas hojas flores, ayer en Tepoz

Necesitamos ver el mundo y a la gente más allá de nuestras etiquetas normales. Khenpo Rinpoché siempre dice que todo es como una ilusión, como un sueño, como una luna de agua, y aún creemos que son reales. Rinpoché dijo que eso es lo que es divertido, ese es el humor. -dpr

Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.


domingo, 19 de junio de 2022

Historia de un frasco

 Me gusta la definición que la RAE da a la palabra:

frasco

Del germ. *flaskô 'funda de mimbres para una botella', 'botella'; cf. a. al. ant. flasca, nórd. flaska.

1. m. Vaso de cuello recogido, hecho de vidrio u otra materia, que sirve para contener líquidos, sustancias en polvo, comprimidos, etc.

Yo, anoche, me acordaba de un frasco. Todo por estar leyendo una colección de escritos cortos de Margaret Atwood reunidos en su libro The Tent, al que acudí cuando terminé, por segunda vez, la saga de Harry Potter y me quedé como perro sin dueño. Aunque no es un libro fácil (textos más allá de cualquier encasillamiento posible, con la inteligencia y el sentido cáustico que caracteriza a su autora), me ha dado por lo menos tres regalos inesperados:

1) La dedicatoria de Dasha , que me lo dio para un cumpleaños hace 15 años: For Adela — Because we both love fine writing & because I love you. Happy birthday! Recordar los cariños siempre le da calor al corazón.

2) Un fragmento de una foto mía (del día de mi boda, captada por el ojo de mi amiga Ángela) convertido en marcador de libros, que tiene la virtud de aparecer y desaparecer cuando menos me lo espero. (Este regalo tendrá una entrada aparte, porque lo amerita.)

3) Un texto llamado "Bottle II", que me llevó a pensar en un frasco parecido que tuve y cuya historia cuento hoy aquí:

Tenía yo 17 años. Había cruzado el charco por primera vez, para conocer la tierra de origen de mi papá, los parientes que aún teníamos de aquel lado. Llegué a Barcelona, donde vivía mi tía Delia con su familia. Me enamoré de la ciudad condal. Una tarde, de mucho sol, de toda la luz del Mediterráneo, salmos a pasear y me presentaron Las Ramblas. Estaban llenas de gente, llenas de flores, llenas de puestucos que vendían cualquier cantidad de cosas. Recuerdo sus adoquines blancos y grises, haciendo olas en el piso, y la libertad total para respirar. Todo me llamaba la atención. Quería estar allí para siempre.

Entonces, en uno de los tenderetes me encontré un frasco de vidrio pequeño, con tapa de corcho y con un paisaje de colores hecho a base de arena pintada. Me pareció fascinante, como me parecía todo entonces. Me queda el eco lejano, casi sordo, de algún comentario —flotante y sin palabras— de alguno de mis primos, a medio camino entre lo tierno y lo mordaz, pero igual es una proyección mía. A mí, el mentado frasquito me parecía un hallazgo inimaginable y, ni corta ni perezosa, lo compré. Con pesetas: aún estaba España libre del euro.

Desde Barcelona, nos fuimos todos (mi tío, mi tía, mi prima y mi primo) en coche a Asturias, donde me habrían de depositar en casa de otro primo de mi padre, el tío Nicanor. Y cuál no sería mi tristeza cuando, al desempacar en Avilés, la escena marítima del frasco con arena se había convertido en un cuadro abstracto, todos los granos mezclados a su bola. 

Me entristecí. Un poco. Y un día, cuando fuimos a la playa, me llevé el frasco conmigo (no sé si ya vacío o si lo vacié junto al mar) y lo rellené con arena del Cantábrico, que era el mar de mi padre, el mar junto al cual había nacido. Me lo traje de vuelta a México.

El frasco me acompañó durante muchos muchos años, de una residencia a otra. (Supongo que se lo enseñé a mi padre a mi regreso y supongo que se habrá conmovido. Un poco.) Hoy que me asomé a un clóset, pensando que allí podría encontrarlo de nuevo, no lo encontré. Quizá la arena del Cantábrico ande aún por algún lugar de mi vida y de mi casa.

O quizás ya no.


viernes, 17 de junio de 2022

coronaRreflexiones desde Madrid 2

(verano, o casi, del 2020)

La España de mi mente, de mis anhelos, la de mi padre, tiene poco, o nada, que ver con esta España en que he vivido siete meses ya.

En aquella no hay mirlos ni vencejos. En esta no hay León Felipe (o muy poco).

No es sorprendente. Y, sin embargo, recién me doy cuenta. (El encierro puede haber ayudado.)

La España de mi padre tampoco era de él, que era mexicano. Era la de mi abuelo. Que fue republicano. Y se exiló en México, pasando antes por Francia y por Cuba.

En esta España, los jazmines toman las calles. A finales de mayo. Y no sé si podré conocer las lilas.

En esta España hay vestigios franquistas que son, por desgracia, mucho más que vestigios. Como si el dictador no se hubiera ido nunca. Lo más triste: una sociedad dividida, llena de odio, de resentimiento, de oportunismo.

En mi España, vinculada también a mis visitas de muy joven, antes del euro, había menos primer mundo. Menos vocación europea y más calidez. Y quizá me quedé con una visión idealizada.

Ya desde una visita relámpago por ahí del 2005, noté algo que me descolocó. Pero venía enamorada y no me pesó demasiado.

Esta vez, en cambio, la cotidianeidad ha sido más... no sé en realidad cómo decirlo. Quizá me he sentido mucho menos en casa, mucho más extranjera de lo que pensé.



fragmento de Madrid, verano, o casi, del 2020





jueves, 16 de junio de 2022

Cosas que me hacen sentir insegura

  • que la sábana de arriba de mi cama no esté bien metida del lado de los pies y se corra para arriba cuando me muevo
  • que Santiago diga que llega a una hora y no llegue, sobre todo si es de noche y viene manejando o caminando o en ruta
  • llegar tarde a una cita
  • la expresión en la cara de alguien que no puedo descifrar claramente
  • que un alumno bostece en mi clase
  • una primera cita romántica (o la mera posibilidad)
  • que no me contesten un correo electrónico, después de... una semana, 4 días, 2 horas
  • descolgar el teléfono y que sea el mudo
  • que me dejen en visto en messenger
  • dudar entre una decisión u otra
  • mandar un manuscrito original, mío claro, para que alguien lo evalúe
  • decir mi opinión, cuando hay la posibilidad de lastimar a alguien
  • decir que "no" o poner un límite claro (todavía...)

miércoles, 15 de junio de 2022

Invitada: Pema Chödrön

                                         
                                                        Satisfacción

Estar satisfechos con lo que ya tenemos es una llave dorada mágica para estar vivos de una manera plena, irrestricta e inspirada. Uno de los mayores obstáculos para lo que tradicionalmente se conoce como iluminación es el resentimiento, sentirnos defraudados, tener rencor sobre quienes somos, donde estamos y lo que somos. Es por esto que hablamos tanto sobre amigarnos con nosotros mismos porque, por una razón u otra, no sentimos ese tipo de satisfacción de un modo pleno y completo. La meditación es un proceso de aligerarnos, de confiar en la bondad fundamental de lo que tenemos y de lo que somos y de darnos cuenta de que cualquier sabiduría que exista existe en lo que ya tenemos. Nuestra sabiduría está toda mezclada con lo que llamamos nuestra neurosis. Nuestra brillantez, nuestra jugosidad, nuestro sazón está todo mezclado con nuestra locura y nuestra confusión y, por lo tanto, no hace ningún bien tratar de deshacernos de los, así llamados, aspectos negativos, porque en ese proceso también nos deshacemos de nuestra cualidad maravillosa fundamental. Podemos llevar nuestra vida de modo que seamos más conscientes de quienes somos y lo que estamos haciendo en lugar de intentar mejorarlo o cambiarlo o deshacernos de quienes somos y lo que estamos haciendo. La clave es despertar, volvernos más alertas, más inquisitivos y curiosos sobre nosotros mismos. 

Original en inglés y fuente, aquí.
 Traducción al español  mía.

lunes, 13 de junio de 2022

Cosas que me hacen sentir segura


  •  un helado de menta con chispas en una tarde calurosa
  • una sopa de fideo a la española (sin freír) con caldo de pollo, como la que preparaba mi abuela María Luisa o la que ahora me hace María Eugenia
  • un plato de zapote negro con jugo de naranja, colado o sin colar, con o sin un chorrito de kirsch
  • una capítulo de una serie interminable donde conozco la vida y obra de todos los personajes
  • llorar con el último capítulo de una serie, con la cual he llorado en el 90% de los capítulos
  • volver a ver una serie que me encantó, como La casa de papel, o releer un libro predilecto, como Jane Eyre
  • leer cualquier libro de la saga de Harry Potter, menos el último, por su intensidad y porque es el último
  • caminar por una calle conocida hacia un sitio conocido, mejor de día
  • recibir un mensaje, de cualquier tipo, de cualquier persona querida: más aún si hace mucho que no sé de ella
  • volver a casa después de un viaje, largo o corto
  • que mi hijo me lea en voz alta un párrafo o una página o dos de un libro que a los dos nos guste, sobre todo en inglés
  • un abrazo de dos días
  • la voz de alguien querido que no esperaba escuchar, sobre todo si estoy chipil


domingo, 12 de junio de 2022

Historia de un árbol de mamey

YO nunca había visto un árbol de mamey hasta que llegué a Salto Chico, donde en realidad hay 2: uno al fondo del jardín, a la mitad entre las bardas que marcan el límite con terrenos los vecinos, y el otro a su izquierda. La verdad es que no les hice demasiado caso, pero eso sí, el año pasado disfruté, casi hasta el hartazgo, sus frutos: deliciosos, densos de un color hermoso, buenísimos recién abiertos o en un licuado con yogur y leche.

Hace unas semanas (no sé si llega a meses) el mamey principal de Salto Chico se enfermó y parecía estarse muriendo: perdía hojas, o las tenía lacias, y de frutos, ni hablar. Ruy estaba muy preocupado (qué le íbamos a decir la casera, que se supone que "visitará" su propiedad pronto). Yo no compartía tanto la preocupación, pero la verdad es que sentarme en la salita de afuera, junto a la alberca, y ver el árbol moribundo, era una vista desesperanzadora.

Entonces llego "el ingeniero", que no sé bien de dónde salió ni en qué es ingeniero, pero diagnosticó al árbol: las termitas se lo estaban comiendo. Le recetó unas inyecciones para combatir los parásitos, además de fertilizante y riego y, además, su cuota fue mucho menor que la de alguien más que lo vino a ver. Veamos si funciona el tratamiento, fue nuestra decisión como habitantes/usuarios de Salto Chico.

A los pocos días del tratamiento, el árbol estaba peor: se le cayeron todas las hojas que le quedaban y, además, su colega de al lado empezó a verse igual de mal. Y pasaron los días, cayeron algunos lluvias y el ingeniero le hizo un par más de visitas. Entonces le pregunté a Ruy cómo iba el paciente y me dijo que le estaban saliendo unos pimpollos en las puntas de las ramas: como chipotitos o protuberancias que, aunque no sabíamos identificar ni nombrar, eran, sin lugar a dudas, una señal de vida. Sí, sí, se alcanzan a ver, ahí están, exclamábamos y sonreíamos. Mientras tanto, el segundo mamey, solo fertilizado y regado, había empezado a mostrar signos de empeorar, pero a los pocos días también empezó a echar cogollitos en las puntas de sus ramas. 

Hace un par de días, cuando llegué a Salto Chico, abrí la puerta que da al jardín para permitir que el aire fresco inundara la estancia y cuál no sería mi sorpresa al ver al mamey enfermo completamente reverdecido, lleno de hojas nuevas de un intenso color verde claro. Lleno de vida, pues. Fue una sensación total de alegría, de esperanza, un recordatorio de que la vida sigue, pese a todo. Y una prueba de que el ingeniero es un auténtico crac y se merece un monumento. 




Y como dice Ruy: "Si el mamey pudo, nosotros también".


viernes, 10 de junio de 2022

Chimal n










Me puse a rastrear las veces que aparece "Chimal" en el blog y perdí la cuenta. Está por todos lados. Es una especie de hilo conductor que atraviesa los tiempos y espacios de mi vida.

Cuando pienso en la posibilidad de descansar y desconectarme del mundanal ruido, lo primero que me viene a la cabeza es Chimal: pasar unos días junto a mi comadre María Eugenia. (Le agradezco que esté siempre dispuesta a recibirme.)

Chimal es el mismo cada vez y cada vez es diferente. Hay una continuidad de calidez, de cariño, de pláticas, de continentales. A veces hay tlacoyos de doña Chilola y otras veces, no. A veces hay flores de  manzano y peral, alguna magnolia o minúsculas flores de trébol ("la pura sutileza", que mi camarita rosa magnifica). Casi siempre hay rosas color rosa pálido y margaritas amarillas, aunque a veces les toca poda y parece que no volverán nunca. Pero siempre vuelven. Hubo pasto hace años y parece que volverá a haberlo pronto. Hay pollas (gallinas, pues)  y uno o dos gallos. Ya no está la Chara, la perra consentida. Pero está Cleopatra (Cleo para los cuates), la mamá de mi Khandro. A veces hay noche de Netflix. Otras, cartas hasta la madrugada, hasta la mano de 30.

Hay huevos rancheros (o divorciados) y sopa de fideo a la María Eugenia, que es como la hacía también mi abuela María Luisa. Huevos recién puestos, aunque las pollas últimamente no estén poniendo mucho (y sigan comiendo igual). Y golondrinas. Que vuelven cada año y anidan y ponen huevos y los empollan y luego alimentan y cuidan a sus crías hasta que emprenden el vuelo, siempre en pareja, . Se inquietan cuando la Cleo merodea cerca de sus nidos. 

A veces hay idas a Amecameca (al banco, por un comal o a entregar un regalo) o a Ozumba (al mercado, por fruta o por ropa interior de algodón) o a Cuautla (por tequila, por una pastilla para la migraña, o hace mucho, a una clase de chi kung). O en el propio pueblo por yogur artesanal sin azúcar, que luego resulta que tiene azúcar. Y hay, siempre, fotos, muchas fotos. 

A veces de alguna flor que nunca había visto antes y que aparece como bañada por una lluvia de luz.