En el camino de meditación budista, que es el que conozco, hay dos modalidades principales: la meditación de morar en calma (shamatha), cuyo propósito es asentar y estabilizar la mente, y la meditación de ver con claridad o profundidad (vipashyana), cuyo propósito es llegar a un entendimiento introspectivo sobre la forma en que las cosas son en realidad y disipar, así, el velo de la ignorancia, o sea, la raíz del sufrimiento.
Cuando se abordan estas prácticas en un contexto espiritual, con el fin de trascender el sufrimiento de la existencia cíclica y alcanzar un estado despierto, se consideran prácticas trascendentes. Pero, según aprendí (o me aclaró mi maestro) hace unas semanas, hay shamatha y vipashyana mundanos. En este caso, el propósito es mejorar la existencia cíclica, sin la intención de salir de ella.
Mi maestro ha señalado, también y en varias ocasiones, que a veces es necesario atender estos asuntos mundanos antes de emprender el camino espiritual. Y una vez dado el primer paso en la sanación personal, me parece que pueden correr de manera paralela mientras sea necesario. Con el tiempo, iremos descubriendo que, en realidad, son vertientes de un mismo camino. Y recuerdo aquí una enseñanza importantísima que compartió conmigo mi queridísima Dasha, terapeuta y luego gran amiga: "Una buena terapia te deja en las puertas de la espiritualidad".
Todo esto para llegar al hallazgo en cuestión, que ha sido, según pude ver con claridad, una instancia de vipashyana mundano, mientras voy transitando el camino hacia la liberación. En México diríamos que "me cayó el veinte", un veinte de esos enormes.
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Las líneas anteriores se escribieron durante la primera parte del mes de retiro/meditación/estudio que Santiago y yo compartimos durante julio en el Instituto de Verano Nitartha (desde mi casa). Y a ese veinte original, que ya no recuerdo con precisión, se unieron otros. Digamos que el tema principal es poder darme cuenta cómo mi mente (confusa) muchas veces interpreta y moldea la realidad a su conveniencia: buscando tener la razón o confirmar una idea preconcebida. Aunque esto implique más sufrimiento, da la falsa ilusión de tener algo a lo cual aferrarse.
Al espacio abierto por el estudio y la experiencia de la mente, tan inasible como presente, se ha aunado desde hace varios días la vuelta del bicho: Una nueva (y probable - yo no me hago prueba, mejor me encierro) coronainfección que se va alargando y que me hace ver la vida, también, desde otro lugar. A veces azotado y triste, pero (para mi sorpresa) en esta ocasión mucho más tranquilo y espacioso, sobre todo en la soledad/aislamiento.
Reconozco, por ejemplo, que mis necesidades son mis necesidades y yo soy responsable de satisfacerlas (o no). Y reconozco, también, que se vale estar vulnerable y pedir ayuda. Veo que, a veces, pedir esta ayuda se interpreta (o esa es la reacción que yo veo, sobre todo en mi hijo) como neediness, vocablo inglés intraducible realmente (en su idioma original, el adjetivo, needy, se define como: marked by want of affection, attention, or emotional support, algo así como marcado por falta o necesidad de afecto, atención o apoyo emocional). Y sí, a veces me pongo needy; y a veces tiene que ver con el presente y otras lo disparan carencias pasadas y unas más, la cosa se combina. Esta vez he podido (la mayor parte del tiempo), no dejarme arrastrar por la corriente de neediness y convivir conmigo, con la enfermedad y con la soledad incluso con tranquilidad y una buena dosis de gracia.
También aprendí a reconocer cómo me afecta/me desequilibra la inconsistencia emocional de quien me rodea, que a su vez dispara la mía. (Sí, mi hijo y yo de nuevo.) Y no es que yo espere que los demás (él) sea emocionalmente consistente todo el tiempo (tarea por demás imposible), pero sí se vale que la experiencia, por lo menos, se hable, se asuma, se trabaje. (Muchos, demasiados, años tuve que lidiar con la casi perenne inconsistencia de mi madre, preguntándome si hoy me querría o no, si mañana sería yo digna de su atención o su cuidado.)
En fin, unos pasos más en el camino hacia la sanación y la autoaceptación.
Queda aún mucho trecho por andar, pero ahí voy/vamos pian pianito...
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