Azote de vientos antiguos, rugido de truenos pasados, desgarramiento añejo que hoy destrozas mi calma otra vez, como si el huésped despedido años atrás volviera hoy, sin invitación, a golpear ventanas y revolver lo que encuentra a su paso.
De pronto, la lluvia cesa, se acerca la noche, el sol ya se ha ido y la oscuridad se asienta ofreciéndome un nuevo refugio, húmedo y callado.
El recuerdo de mi propia voz es mi única compañía.
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