Es marzo y llueve. Y truena. Ya las nubes lo presagiaban. Nubes grises con huecos de cielo. No durará mucho. Pero de momento, el sonido del agua que golpea el pavimento me tranquiliza. Se mete por la ventana. Me acompaña. Así no necesito llorar. Me puedo volver a imaginar las jacarandas brillantes que salpican de morado, las calles, la carretera, tu recuerdo. Arrecia y el viento se entromete en mi estudio. Azota las persianas. Azota mi memoria. Hoy fue difícil. Pero mañana las flores moradas me estarán esperando cuando salga de casa. Otra vez. Como siempre en esta época. Como hace un año. Truena. Huele a tierra mojada. Llueve y es marzo.
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