añicos.
polvo.
1. m. Parte más menuda y deshecha de la tierra muy seca, que con cualquier movimiento se levanta en el aire.
hacer a alguien ~.
Bueno, supongo que estas bonitas definiciones dan una idea aproximada de aquello a que me refiero (sin intención de ponerme [demasiado] dramática). Pues sí, yo que hace un año creía que era tan de una pieza y resulta que no, que era tan susceptible de desmoronarme, de desplomarme, como todos y como todo. (Lo que el amor nos hace creer...)
Ya del todo desmoronada, no me ha quedado más que emprender la labor de recomponerme (sí, ya sé, para volver a desmoronarme día a día...). Hacerme selfies nuevos (tan vilipendiados por algunos, cuando se trata solo de los viejos y queridos autorretratos de siempre con una tecnología nueva) y volver a los que me hice es una manera de intentar reconocerme de nuevo.
Está clarísimo que no soy la que era, ni la de ayer y muchísimo menos la de hace un año. Y también está claro que no sé quién soy hoy. Y quizá justamente ahí esté la posibilidad de la liberación, la respuesta al anhelo de soltar, la cristalización de la aspiración de renunciar. Ayer volví a descubrir que pelearme con lo que siento, que rechazar la nostalgia, los recuerdos y el dolor solo los alimenta (como la leña al fuego) y que, al contrario, dejarlos correr (como un río en su cauce) va abriéndole espacio a la calma.
Como diría Shunryu Suzuki (en traducción al español de mi amiga Berna):
«La única forma de soportar el dolor es dejar que sea doloroso.»
Para cerrar, pues, un pedazo de mí de hace apenas unos cuantos días:
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