viernes, 26 de octubre de 2018

diez de diez


El primer libro de la saga del mago adolescente, bueno casi niño al principio, se publicó en 1997, al año siguiente de que naciera mi hijo, o sea, hace ya 21 años. (Inevitable pensar cómo pasa el tiempo...) Yo supe de él un tiempo después, gracias a una amiga con una hija mayor que Santiago, que  nos habló entusiasmada del primer libro. En principio no hice demasiado caso. Mi hijo era aún muy pequeño.

Ya no sé si después vino la primera película (lanzada en 2001) o la recomendación que me hizo un paciente adulto, alentándome a leer los libros. Supongo que fue lo primero porque recuerdo que empecé a leerlos, en inglés, después de ver la tercera entrega cinematográfica (dirigida por Alfonso Cuarón, mi favorita sin duda).

Para entonces ya Santiago y yo estábamos enganchadísimos con la historia. Y él ya era un lector bastante empedernido. Empezó leyendo los libros en español y acabaría releyéndolos en su idioma original.

Recuerdo que un amigo de entonces criticaba a J.K. Rowling, diciendo que era un mero producto de la mercadotecnia. La realidad es que no había leído ninguna de sus obras. A mí, en cambio, me parece una gran escritora, tanto en cuanto a contenido como a forma (de otro modo no sería "gran", claro). Tiene una imaginación envidiable (sobre todo por mí que soy de corte más bien realista), una capacidad de integrar elementos culturales diversos, un sentido del humor brillante, un entendimiento profundo de la psicología de los niños y los adolescentes y una capacidad innegable para crear personajes entrañables, por decir lo menos.

Cuando llegué al séptimo libro de la saga y murió Dumbledore, no podía parar de llorar, como si hubiera muerto mi padre (o peor). Además, tuve que fingir frente a Santiago, que aún no llegaba a ese episodio. Tampoco cabía en mí de emoción cuando Harry conjuró su patronus al final del tercer libro (que aparece aquí) y me puse a bailar alrededor de la mesa del comedor. Y qué satisfacción la mía cuando comprobé mi teoría de que Snape era de los "buenos". No podía ser de otro modo, y menos después de que le diera vida el guapísimo (y desaparecido) Alan Rickman.

Ahora me da un poco de tristeza cuando algunos de mis alumnos adolescentes declaran, sin conocimiento de causa, que les choca Harry Potter, después de haber visto quizá escenas de alguna película y nunca haberse acercado a uno de los libros. Pero la cantidad de lectores que nacieron gracias a J.K. Rowling ya no tiene vuelta atrás. Y yo no soy la misma persona después de deambular por Hogwarts y combatir a Voldemort.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario