sábado, 25 de mayo de 2019

:c:a:t:a:r:a:t:a:

y continúan los hallazgos
(19 y 20, por lo menos)


Del lat. cataracta, y este del gr. καταράκτης kataráktēs.
1. f. Cascada o salto grande de agua.
2. f. Opacidad del cristalino del ojo que al impedir el paso de los rayos luminososdificulta la visión.
3. f. pl. p. us. Nubes cargadas de aguaen el momento en que la vierten copiosamenteAbrirse las cataratas del cielo.
tener cataratas
1. loc. verb. coloq. Estar ofuscado por ignorancia o por pasión.

Esta palabra, catarata, alude a varias cosas, como se ve arriba, y, para mí, hoy se relaciona con muchas más. De niña, era poco más que el Niágara y sus famosas caídas de agua. Iguazú se paseaba por ahí también. Y quizá resonaba alguna relación con la edad avanzada, que entonces me parecía una posibilidad lejanísima, casi inexistente en mi horizonte. No he visitado ni la frontera entre Canadá y Estados Unidos ni aquella entre Argentina y Brasil, pero hace poco más de una semana sí que me encontré cara a cara con la operación de mi primera catarata: la del ojo izquierdo: Un súper viaje.

En los días previos, la sensación de que el suceso sería un parteaguas, algo que marcaría un antes y un después (un hito, pues, para los que no somos mexicanos), pero ominoso, como de medio malo a peor. Y entonces (con la compañía de Isa) me pude conectar con un hoyo negro en mi pecho, que se hizo alien y luego sanguijuela y luego gato negro enrollado sobre sí mismo y, finalmente, niña necesitada, de cariño, de comprensión, de apapachos. Pude empezar a dárselos.

Entonces llegó "el gran día". Con susto, claro. Y con compañía, por fortuna. Gotas cada 20 y 30 minutos, pupila del tamaño del iris, ropa de hospital (de esas unitalla que no hallas cómo no perderlas al caminar). Primera parada: el anestesiólogo y el bloqueo del ojo. Cuando ya no lo podía abrir: genial, ya está listo. Y suero intravenoso por el dorso de la mano.

Descanso en un reposet, mientras el que seguía ya iba rumbo al anestesiólogo y la anterior estaba saliendo del quirófano. Y entonces entré yo. Me acostaron. Me taparon el otro ojo. Que si estaba nerviosa. Poquito, contesté. Escuché la voz de mi doctor. Y a los diez minutos ya me estaban conduciendo al cuartito donde había quedado mi ropa. Y yo iba feliz. Mareada. Riéndome. Súper raro. Algo debía haber en ese suero.

(Días después el doctor me confirmó que sí, que era fentanyl. Con razón, la sensación de bienestar y el entendimiento de primera mano de cómo uno podría engancharse tan fácilmente a ello, o aun morir de sobredosis, como Prince...)

Sonriendo, pues, me fui a desayunar con Santiago, con el ojo parchado. Y de ahí a casa. Lo primero, quitar el apósito para luego empezar el tratamiento con gotas.

Entonces el peor momento: Abro el ojo recién operado y me doy cuenta de que ve, sí, pero lo que ve no coincide con lo que ve el otro ojo. O sea, la información que uno mandaba al cerebro era diferente de la que mandaba el otro y el cerebro no podría integrarla en una sola imagen. En la práctica: Podía ver dos botellitas con gotas sobre el lavabo, pero era incapaz de tomarlas. Azote total. La operación no sirvió. Ni del baño voy a ser capaz de salir. Estaba al borde del llanto y pensando que las lágrimas igual no le hacían bien al ojo operado. 

Por fortuna, Santiago mantuvo la calma y me ayudó a recuperar la mía.

Diez minutos después, más o menos, en el sofá de la sala, la información de los dos ojos ya se había integrado. Y empezó un proceso de adaptación, que sigue y va prosperando. Y en el camino he descubierto también que no es cierto que yo sea una vergüenza, a pesar de haberlo creído más de una vez a lo largo de mi vida. Que, igual que sucedió con mis ojos, me sucede que la imagen emocional que a veces tengo sobre un acontecimiento o una situación no coincide con la imagen racional. El cerebro tampoco puede integrarlas y, entonces, entro en crisis. Pero de las crisis también se sale. Sentándose en el sofá, otra vez, con una misma de niña, que le acaba leyendo a la adulta un cuento y ambas pueden dejar atrás la sensación de vergüenza.


Y sí, tener una catarata va desde lo fisiológico (y operable) hasta lo psicológico (y trabajable).
Gracias, Isa, otra vez.
Y gracias, Santiago, por tu cuidado y tu cariño.
Y gracias, Yare, por tu presencia amorosa.

2 comentarios:

  1. Amiga obvio no supe que estabas pasando por esto, te leo y me viene a la mente que como es adentro es afuera, y los ojos de tu alma tenian que ajustarse a tu vista física. Te quiero Un abrazo

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    1. Gracias, Susy, por seguir visitándome por aquí. Veámonos pronto, con nuevos ojos :D

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