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Porque el sufrimiento es impermanente, es por ello que podemos transformarlo.
Porque la felicidad es impermanente, es por ello que tenemos que alimentarla.
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Thich Nhat Hanh, 10 de junio de 2014
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domingo, 30 de noviembre de 2014
Pequeño diálogo imaginado
Ella: Me traicionaste.
Él: ¿Cómo?
Ella: Quebrantando la confianza que te regalé. Ignorando los miedos que te mostré. Olvidando los anhelos que te compartí. Desechando las historias que te revelé.
Él: No sé qué decir.
Ella: Preferiste hacerme daño a mí en lugar de a ella, aunque en realidad ya para entonces nos habías lastimado a las dos.
Él: Sigo sin saber qué decir.
Ella: No hace falta que digas nada. Dijiste demasiado. Quizá tendrías que haberte callado a tiempo, cuando apenas era yo una intrusa en tu vida.
Él ya no intenta decir nada.
Ella se da la media vuelta, con los trozos de su corazón entre las manos.
sábado, 29 de noviembre de 2014
Invitada: Ayya Khema
A la comprensión de dónde proviene nuestro dukkha [sufrimiento, insatisfacción] debe seguirle el entendimiento de que el disgusto hacia él no hará que desaparezca; solo soltar el deseo hace que dukkha desaparezca, lo cual significa aceptación inequívoca. Aceptarse a uno mismo redunda en ser capaz de aceptar a los demás. La dificultad con otras personas es que nos presentan un espejo en el cual podemos ver nuestros propios errores. Qué útil es tener un espejo semejante. Cuando vivimos con otros, podemos vernos a nosotros mismos como si fuera una imagen especular y eventualmente aprendemos a estar juntos como la leche con el agua, que se mezclan por completo. Es responsabilidad de cada uno de nosotros mezclarnos; si esperamos a que los demás lo hagan, no estamos practicando. Esta es una empresa difícil, pero también una muy importante.
Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español, mía.
viernes, 28 de noviembre de 2014
jueves, 27 de noviembre de 2014
Invitado: David Whyte
MUCHO SE HA DICHO
Mucho se ha dicho acerca de la naturaleza eterna e intocable del amor, sus fuerzas ingobernables como las mareas y su emergencia desde más allá de lo ordinario, pero el amor puede encontrar su forma más plena, más imaginada y más valiente cuando abandona las abstracciones y la seguridad de lo intemporal, lo eterno y lo intocable para hacer sus promesas entre los miedos, las vulnerabilidades y las desapariciones de nuestro mundo difícil, tangible y circunscrito por el tiempo. Amar y ser testigo del amor frente a la posible pérdida y encontrar el misterio de la promesa del amor en la sombra de esa pérdida, en la sombra de lo ordinario y en la sombra de nuestra propia inevitable desaparición podría ser donde la fuente eterna de todos nuestros orígenes se levante más plenamente deslumbrada por las consecuencias de todo lo que ha echado a andar.
Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español, mía (dedicada, otra vez, a jri).
miércoles, 26 de noviembre de 2014
Noche de noviembre
Regreso a casa
Tu ausencia ya es más mi soledad
sola
Sobre el cielo enlutado
Media arracada de oro, delgadísima
Mi luna ya no es también tu luna
Regreso a casa
sola
Ya no hay nosotros
Sobre el cielo enlutado
martes, 25 de noviembre de 2014
Leucemia felina
El
maullido de la gata despierta a Ramona. Había pasado una noche intranquila y
cuando los rayos del sol empezaron a colarse por las persianas, logró volver a
conciliar el sueño. Poco le duró el gusto. Boo la necesita. Cuando la gata
recién llegó al sobreático hace apenas unas cuantas semanas, no maullaba ni en
defensa propia. Desde hace un par de días no cesa de hacerlo, muy quedo, a
veces casi imperceptible. Pero el oído de Ramona está bien entrenado. Así
descubrió a Chiquita, una minúscula cría de gata, hace 40 años debajo del catre
que le pusieron junto a la cocina cuando llegó al orfanatorio en las afueras de
San Salvador. La memoria la hace estremecerse. Se levanta pronta y busca a Boo
en la cama que le acondicionó justo afuera de su cuarto.
—Tú
no te puedes morir —le dice Ramona a la gata que dejó a su cuidado la mejor
amiga de Helena, la señora de la casa. —No puedo volver a quedarme sola.
¿Entendiste?
Sus
manos aún conservan el recuerdo gélido del cadáver de Chiquita, al que se
aferró durante toda una noche, rezándole a la Virgen para que despertara a su
única amiga. Pero la Virgen no la escuchó y Chiquita acabó en el tambo de la
basura.
—¿Dijiste
algo? —le pregunta Fernando, el señor de la casa, con quien Ramona comparte un
rato la cama un par de veces al mes, o menos, con la venia callada de Helena,
la hermana menor de él.
—No,
nada —respinga Ramona, volviendo de su ensueño salvadoreño.
—Esa
gata se ve fatal. ¿Le has dado bien de comer?
A
Ramona se le cierra la garganta y no puede contestar.
—Habrá
que llevarla al veterinario. Si le pasa algo, Helena nos mata. ¿Vienes conmigo
después de comer?
Ramona
asiente con la cabeza. Guarda la esperanza de que la amiga de Helena no regrese
por su mascota. Fernando nunca había accedido a tener un animal en el
apartamento. A doña Ángela, su madre, no le gustaban, pero ahora él también se
ha encariñado con la gata Boo.
—¿Ya
están listas? —pregunta Fernando después de su siesta.
Ramona
ha metido a Boo en la jaula para transportarla y se ha quitado el delantal que
siempre lleva por casa. Está parada junto a la puerta.
—Vámonos
entonces —dice él cuando ella no contesta.
Un
par de horas después regresan del veterinario con la jaula vacía. Boo se ha
quedado en la clínica para que le hagan unos estudios. El doctor teme que tenga
una leucemia ya muy avanzada. Quedó en llamar para darles el diagnóstico
definitivo.
Ramona
les sirve la cena a Fernando y a Helena, pero no se queda a ver la televisión
con ellos. Se mete a su cuarto y empieza a rezarle a la misma Virgen de hace 40
años.
—Por
favor, Virgencita, no permitas que Boo se muera. Ya te llevaste a Chiquita. No
necesitas otra amiga. Déjame esta a mí.
Sin
desvestirse siquiera, la mujer se queda dormida sobre la colcha, abrazada a una
almohada. A la mañana siguiente es el teléfono, no la gata maullando, el que la
despierta. Corre a contestar, pero Fernando se le ha adelantado. Después de un
escueto “Sí, está bien”, voltea a ver a Ramona.
—Era
de la veterinaria. Boo no pasó la noche. El asistente del doctor recién la
encontró, tiesa ya. Lo lamento.
Ramona
también lo lamenta, más de lo que él podría imaginarse. Pero para su sorpresa,
en lugar de quebrarse en llanto, se voltea hacia este hombre, que no es ni su esposo
ni su novio ni su amigo, fija su mirada en la de él y le dice muy lento, con
una autoridad hasta entonces desconocida para ella:
—Júreme
que usted no va a irse. Usted es lo que único que tengo. No me lo quite nunca.
Júremelo.
lunes, 24 de noviembre de 2014
Para mi tía Olga
Hoy que, según mis cálculos, cumpliría 99 años, pero bien podrían ser ya los 100. Y hará alrededor de 18 que murió; lo sé porque mi hijo aún no cumplía su primer año de vida. Ella ya no lo conoció, aunque él sí que la ha conocido a ella por mis múltiples referencias a todo lo que me enseñó y al amor incondicional que siempre nos profesamos. Además, conservamos una manta azul claro que le tejió a Santiago cuando él apenas venía en camino.
Hoy la sigo echando en falta como siempre, quizá un poco más por aquello de este corazón roto al que le vendrían muy bien sus apapachos, aunque se mezclaran con posibles consejos retroactivos sobre mi no haber tomado nota suficiente de lo que se hacía manifiesto desde el principio en la relación que culminó con mi más reciente ruptura amorosa, además de que ella fue cómplice también hace esos famosos 31 años. Así era mi tía. Sé que le gustaría haberme visto feliz y sé que me habría acompañado a llorar.
Hoy le dejo esta mariposa, tan efímera en su volar como la vida misma, recordatorio de que todo pasa y de que no hay más que vivir cada momento como si fuera el último.
Te quiero, tía.
Chimal, octubre de 2014 |
domingo, 23 de noviembre de 2014
sábado, 22 de noviembre de 2014
Para mi mamá, que hoy cumpliría 80 años
"La vida parece a veces nada más que una serie de pérdidas, de principio a fin. Eso es lo dado. Como respondemos antes esas pérdidas, lo que hacemos con lo que queda, esa es la parte que tenemos que imaginar al andar." ~ Katharine Weber
Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.
viernes, 21 de noviembre de 2014
jueves, 20 de noviembre de 2014
martes, 18 de noviembre de 2014
Invitado: David Whyte
NOMBRAR
EL AMOR DEMASIADO PRONTO
Es una
dificultad humana, hermosa pero muy dolorosa. El quiebre de nuestro corazón
proviene en gran medida de intentar nombrar a quien amamos o lo que amamos y la
manera en que lo hacemos demasiado
pronto en el vulnerable viaje de descubrimiento. Nunca podemos saber al inicio,
cuando nos estamos dando a otra persona, a un trabajo, a un matrimonio o a una
causa, exactamente en qué tipo de amor estamos participando. Cuando exigimos algún
tipo específico de reciprocidad antes de que la revelación haya florecido completamente,
nos encontramos decepcionados y desconsolados y en ese pesar podríamos perdernos
la forma particular de amor que es de hecho posible, pero que no cumplió con
nuestras expectativas iniciales demasiado específicas. Al sentirnos despojados, asumimos nuestra
identidad como alguien que está decepcionado del amor; nuestra decepción casi
orgullosa nos impide ver la falta de reciprocidad de la persona o de la
situación simplemente como una difícil invitación a una forma de afecto más
profunda y aún irreconocible.
El
acto mismo de amar siempre se convierte en un camino humilde de aprendizaje, no
solo cuando seguimos su modo difícil y descubrimos sus formas diferentes de
humildad y hermosa postración, sino extrañamente a través de su presentación fiera a todas sus incontables formas, sorprendentes y diversas, cuando se nos
pide continuamente y en contra de nuestra voluntad que nos rindamos de tantas
maneras diferentes, sin saber exactamente, o de qué forma, cuándo o cómo, el
misterioso regalo será devuelto.
Nombramos
sobre todo para controlar, pero aquello que vale la pena amar no quiere estar
sostenido dentro de los límites de un llamado demasiado estrecho. De muchas
maneras, el amor ya nos ha nombrado antes de que empecemos a articular lo que
está sucediendo, antes de que podamos pronunciar las palabras adecuadas o
entender qué nos ha ocurrido o sigue ocurriéndonos: una invitación al arte más
difícil de todos, amar sin nombrar en absoluto.
lunes, 17 de noviembre de 2014
-a-c-e-p-t-a-r-
Para Marisa, por recordármelo,
por ser compañera en el camino
Esta entrada podría ser la continuación de lo que escribí hace un poco más de cuatro meses a propósito de la confianza, donde hablaba de soltar las dudas, las inseguridades, los miedos. Hoy, esas dudas, inseguridades y miedos confirmaron que tenían razón de ser. Lo que hay entre tú y yo hoy poco tiene que ver con lo había entonces o quizá bastante más de lo que entonces pude, o quise, ver.
El caso es que mi amiga Marisa me hizo recordar las instrucciones que uno de nuestros maestros, Acharya Lhakpa, me dio a principios del año cuando lo consulté sobre mi incipiente relación contigo. Después de varias reflexiones, me dijo que si en algún momento sucedía que tú dijeras que no, tendría yo que aceptarlo también. Yo, por supuesto, este detalle lo había olvidado. Eso es imposible, debo haber pensado entonces.
Hoy sé que no solo es posible, sino que así es. Y llevo varios meses luchando contra esa realidad, con justificaciones mejores o peores, pero al final, solo justificaciones inventadas por mi mente de apego. ¿Y qué hacer cuando finalmente me cae el veinte? Aceptar. No hay otra salida si quiero dejar de infligirme más sufrimiento (que soy solo yo la que lo hace, tú eres una mera condición que apoya mis patrones habituales, no la causa de mi sufrimiento). Aceptar que las cosas son como son, no como quisiera que fueran. Aceptar que estoy donde estoy, no donde quisiera estar.
Estos días estoy trabajando en la corrección de la traducción al español del libro Mind Beyond Death (La mente más allá de la muerte) de mi guru raíz, Dzogchen Ponlop Rinpoché. Y como por arte de magia, o sea, las bendiciones del linaje, me encuentro con la siguiente cita, a propósito de los estados que atraviesa la mente después de la muerte física: "Si somos estadunidenses en la India, entonces no queremos intentar estar en los Estados Unidos. Fingir no cambiará nada. Seguiremos estando en la India y seguiremos enfrentando las mismas cosas. De igual manera, si tratamos de estar en el bardo de esta vida cuando estamos en el bardo de dharmata, no va a funcionar. No importa cuánto lo intentemos, ahí no es donde estaremos. Estamos en el bardo de dharmata y, por lo tanto, tenemos que estar ahí".
Y sí me ha tomado una serie interminable de días darme cuenta, primero, que estaba fingiendo, fingiendo que las cosas no son como son; segundo, ver que este fingimiento lejos de ayudarme, me estaba lastimando más profundo cada día, y tercero, que solo yo puedo optar por otra vía para enfrentarme a la realidad tal cual es. Y como broche de oro a mis reflexiones, ayer recibí desde Seattle más instrucciones a través de otro maestro, Mitra Mark Power, quien en un panel al que nos conectamos por internet habló sobre nuestra increíble capacidad para mantener la atención en las situaciones negativas de nuestra vida, comentando: "Intenta soltarlas" (y verás lo difícil que resulta, escuché y reconocí yo...).
Así que, en resumen, hoy acepto (o empiezo a aceptar, por lo menos) que dijiste no. Y este paso es uno más en el igualmente largo proceso de soltar, de soltarte, de soltar la relación que fue y la relación que ya no es, de soltar mis expectativas y mis miedos, de soltarme en la corriente cierta y contundente del camino espiritual que he elegido.
domingo, 16 de noviembre de 2014
Invitada: Tara Brach
El gran regalo de un camino espiritual es llegar a confiar en que puedes encontrar una vía al refugio verdadero. Te das cuenta que puedes empezar justo donde estás, en mitad de tu vida, y encontrar paz en cualquier circunstancia. Aun en esos momentos cuando el suela tiembla terrible debajo tuyo—cuando hay una pérdida que alterará tu vida para siempre— aún puedes confiar en que encontrarás el camino a casa. Esto es posible porque has tocado el amor y la consciencia intemporales que son intrínsecos a quien tú eres.
Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español, mía.
sábado, 15 de noviembre de 2014
Fecha de caducidad
Por fin llegó la tarde del domingo, momento que Helena espera
con anticipación durante toda la semana. Su hermano Fernando y su cuñada, por
llamarla de algún modo aunque en realidad Ramona es más sirvienta de ambos que
pareja de él, van juntos a misa. Helena cuenta con una hora, hora y media si tiene
suerte y ellos se entretienen en el camino de vuelta, para ella sola. Durante
esos preciosos minutos puede extenderse a sus anchas por los rincones de la
casa familiar donde ha vivido desde que nació, donde sus padres murieron hace
unos cuantos años.
Jaume volvió
a rechazar su invitación a comer, como cada domingo. Por lo menos Fernando le
sigue celebrando las croquetas. “Parecen las de mamá”, volvió a comentar.
Ramona dejó todo recogido antes de irse. Eso no es novedad, pero a Helena le consuela
constatar que sigue siendo parte de la casa; le asusta la idea de una vida sin
ella.
“Manos a la
obra”, se dice, mientras se encamina a la cocina. Jala una silla y la coloca
frente al refri. Aquí nadie le dice así a ese aparato, pero ella adoptó el
término hace años cuando una prima de México pasó una temporada en este mismo sobreático
con ellos.
Abre la puerta y va sacando, uno por
uno, los restos de comida envasada de la semana pasada. Primero los yogures.
Después un bote con crema de leche y algunos trozos de queso envueltos en plástico. Finalmente la serie de aderezos y los
huevos, que pretenden esconderse en la puerta. De los sobrantes de frutas y
verduras se encargará Ramona.
Se coloca las gafas, colgadas persistentes
de su cuello, y toma con cuidado cada producto. Lo escudriña hasta dar con el
lote y la fecha de caducidad. “Ajá. Lo sabía”, comenta en voz alta cuando
encuentra algún delincuente. “Tú ya te pasaste”, le advierte amenazante al
culpable. Acomoda de mayor a menor los envases caducos sobre la mesa, junto con los pedazos de queso donde detectó alguna mínima mancha verde. A
regañadientes, regresa a su lugar los que pasaron la prueba. Le queda la
sensación, incómoda como siempre, de que alguno haya podido escapársele.
Tiembla de solo pensarlo. Cómo le
gustaría escuchar la voz de su madre reconfortándola, pero aquí solo hay
silencio.
Entonces, se
levanta despacio, se alisa el delantal, herencia de doña Ángela, y acerca el
bote de basura. Le quita la tapa y se vuelve a sentar. Luego va empujando, uno
a uno, cada individuo condenado al borde de la mesa hasta dejarlo caer sobre
los otros desperdicios. No se molesta en separar los frascos de vidrio. Como
Fernando no está, puede hacer trampa. Para cerrar la operación, llena un
recipiente con agua y va introduciendo, con suma atención, cada huevo. Todo el
que flote acaba junto con las demás inmundicias. Casi nadie se salva de su
furia sanitaria.
Helena
sonríe satisfecha y se instala en la sala. En automático, prende la televisión.
Fernando no tarda en regresar, pero si no la atrapa in fraganti, no la riñe. Su
mujer, en cambio, calla siempre.
Para la
cena, a su hermano le apetece un yogur y Ramona se lo trae. Cuando lo destapa,
suelta una carcajada: “¡Esto está lleno de moho! ¿Qué no es domingo hoy?” Busca
con los ojos a Helena, pero ella tiene la mirada fija en la cubierta de
aluminio que cuelga del frasco maldito. La cara sonriente de la marca de
fábrica se burla de ella triunfante.viernes, 14 de noviembre de 2014
jueves, 13 de noviembre de 2014
:c:r:e:c:er: (o D.e.s.p.e.d.i.d.a 7)
Ahora sí la Real Academia se voló la barda: Ocho acepciones, en las que hablan de seres orgánicos, de cosas, de labores de punto, de la Luna (así con mayúscula), del valor de una moneda, y hasta de las personas, pero ninguna se acerca, ni por equivocación, a este proceso de crecimiento que como madre me está tocando vivir al despedirme de mi hijo, que se muda a vivir a "la capital" a pasar una temporada con la familia de su padre y poner en práctica las herramientas que ha ido adquiriendo en sus primeros 18 años. Y, por supuesto, el crecimiento es para ambos. Y esto es muy bueno porque significa que ambos seguimos vivitos y coleando.
Recuerdo la primera vez que sentí el desgarramiento de desprendernos. Santiago tendría un poco más de dos años (o un poco menos, quizá) y su papá y yo lo llevamos a la escuela por segunda vez. En el primer jardín de niños había durado muy poco y nos dimos a la tarea de encontrar un espacio que nos convenciera más. Llegamos así al Colegio Huitzil, de mi queridísima amiga Toya. El primer día íbamos los tres - yo, con Santiago en brazos. Él no se quería apartar de allí, así que llamaron a la maestra de kínder para que me lo arrancara. Y lo hizo (era su trabajo, después de todo). Santiago, por supuesto, se fue llorando, y yo, por supuesto, me quedé llorando. Y un par de segundos después, me di cuenta que la directora, Toya, y su segunda de abordo, Liz, encargada de la administración, estaban también llorando. Me sentí muy acompañada.
Unos cuantos años después vino el divorcio. Me fui del espacio que habíamos rentado hacía pocos meses como familia y encontré una casita para Santiago y para mí en el pueblo de Ocotepec, pegadito a Cuernavaca. El hijo iba y venía entre las dos casas. Recuerdo cómo cada vez que su papá iba a recogerlo a mi casa, volvía yo a sentir ese desgarramiento. Lo acompañaba a la puerta, sonriendo y conteniendo el llanto, y volvía a casa, llorando sola. Nunca me acostumbré.
Luego vinieron los años -ya nueve, desde el 2005- en el depa que se convirtió en nuestro hogar. Fueron los años también donde finalmente fuimos quedando Santiago y yo casi solos, acompañándonos, peleándonos y creciendo cada día un poco más. Y donde hoy nos tocó despedirnos una vez más. A pesar del dolor (y de unas cuantas lágrimas cuando él se despidió de la Ñaña, nuestra gata, pidiéndome que la deje dormir conmigo), esta vez no se siente como desgarramiento. Hoy veo a un joven que empieza a ser independiente, que toma decisiones, que se arriesga a salir al mundo y que está preparado para hacerlo y eso me enorgullece mucho, mucho más por él, un tanto por mí.
Chimal, 31 de octubre de 2014 |
Celebro, pues, Santiago, tu andar en el mundo y confío plenamente en que será un camino lleno de luz, de creatividad, de gentileza y de valentía. Te amo todo, hoy y siempre, changuito...
miércoles, 12 de noviembre de 2014
Invitado: Bokar Rinpoché
Calmar la mente implica tanta claridad como sea posible, aliada con una sensación profunda de libertad. Cuando contemplamos el mar durante el día podemos ver piedras y algas en lo más profundo a través del agua clara. Nuestra meditación debería tener la misma claridad, que nos permite ser plenamente conscientes de la situación presente.
Traducción al español, mía.
martes, 11 de noviembre de 2014
definitivo, va.
Mi comadre me hizo burla, cariñosamente eso sí, por mi colección de adioses "definitivos", pero resulta que llegar a lo que decide, resuelve o concluye es un proceso y uno acaba llegando.
No sabía que fuera tan triste. Más bien, sí que lo sabía, pero lo había olvidado. Si uno no lo olvidara, no seguiría viviendo ni volvería a arriesgarse, como las mujeres que olvidan los dolores del parto y reinciden dos o tres o más veces.
En definitiva, tú y yo ya no nos decimos "cariño", ni "amor", ni nos queda nada pendiente. Ahora sé de cierto que no se harán realidad las listas de sueños que soñamos juntos. Hoy ya no estamos juntos. Hoy ya no quedan restos de humedad.
(Ni tu foto de perfil ni tu foto de portada tienen ya nada que ver con nosotros - qué bobada, ¿verdad? ¿Será expresión del "borrón y cuenta nueva"?)
(Ni tu foto de perfil ni tu foto de portada tienen ya nada que ver con nosotros - qué bobada, ¿verdad? ¿Será expresión del "borrón y cuenta nueva"?)
Hasta el llanto se siente diferente hoy. Es la falta total de esperanza. Y dicen los maestros que eso es muy bueno. Trascender la esperanza y el miedo. No sabía que doliera tanto, "también". Al final del túnel, presiento un atisbo lejano de alivio.
Tampoco recordaba que un adiós definitivo, cuando se hace definitivo, se sigue llorando tanto. Y para ti, pese a todo, sale el sol y amanece. Si acá amanece también y siento el calor en la piel cuando salgo a la calle. Pero el frío de tu ausencia se siente mucho más adentro, ahí donde no llegan los rayos del sol.
Tú llegaste ya al momento donde simplemente te acuerdas de mí. Claro, en fin de cuentas, yo ya no estoy en tu vida, en los momentos cotidianos donde se vive la vida. Y "pese a todo esto que está pasando... pues eso..."
Hoy, Abril, una de mis alumnitas más cercanas y cómplice nuestra en algún momento, me compartió las siguientes palabras, habiéndome preguntado antes si podía hacerlo, cuidándome y acompañándome, sí:
al final,
solo lamentamos las
oportunidadades que no
tomamos, las relaciones
que tuvimos miedo de tener, y las
decisiones que esperamos
demasiado para tomar.
lunes, 10 de noviembre de 2014
tu ausencia
tu ausencia me desdibuja
me busco en la cara de la luna,
pero a ella también se le difumina el rostro
un poco cada día
tu ausencia me desdibuja
me esfumo un poco cada día
como el eco de las hojas
en las mañanas de octubre
tu ausencia me desdibuja
un poco cada día me pierdo
como las gotas de agua
evaporadas al sol casi invernal
tu ausencia me desdibuja
y me quedo hablando sola
como el viento que en la noche
rasguña la ventana de mi alcoba
domingo, 9 de noviembre de 2014
sábado, 8 de noviembre de 2014
¡Primer lustro!
Hace cinco años, publiqué mi primera entrada en este espacio. Varias condiciones confluyeron para llegar a este momento: La primera, mi vocación por escribir. Desde que recuerdo, he recurrido a las palabras escritas para tratar de encontrarle sentido al mundo a mi alrededor. Quizá a esta práctica le debo en gran medida no haber perdido la cordura a lo largo de mi vida. Después, ya en la era del internet, me encontré con el blog de quien más adelante se convertiría en una amiga, la poeta española Berna Wang. Leyéndola, me surgió la idea de abrir mi propio espacio virtual y así, me tiré a la piscina.
Por este espacio han desfilado desde entonces amigos, amores, llantos, sonrisas, aniversarios, maestros, fotos, canciones, recuerdos, pendientes, besos, silencios, tristezas, emociones, desengaños. Y con todos ellos yo me construyo, me desmorono, y vuelvo a aparecer, siempre distinta, siempre cambiante, siempre buscando y siempre acompañada, ora por unos, ora por otros, conocidos y desconocidos, reencontrados y perdidos.
Gracias, pues, a todos los que vienen y van, pasan, se quedan, regresan, comentan, se conmueven, permanecen. Y gracias, en particular, a quien ha sido compañero constante, cómplice, crítico, amigo, mi hijo Santiago, autor de este autorreflejo en casa de Ma. Eugenia, mi comadre, también compañera, cómplice, amiga desde hace tantos años:
También agradezco a quien entró al blog alguna vez como un ladrón o un voyeur, agazapado en la oscuridad del anonimato, queriendo saber en silencio algo más de mi mundo. Entonces, salía como había entrado, sin hacer ruido, como un ladronzuelo llevando entre sus manos un trocito de mis palabras o de una foto detallista. Más adelante entró por la puerta, como una visita esperada, y fue feliz leyéndolo y poniendo breves comentarios de mis reflejos, que a veces eran nuestros reflejos. Y ambos sentimos vértigo y hoy... hoy solo es hoy...
Y de regalo de cumpleaños, una canción que me presentó Santiago y que ha pasado a formar parte de la banda sonora original de mi vida:
I found out in the middle of a heartbeat
That the more I try to be your light
I can't get any closer to your heart
viernes, 7 de noviembre de 2014
::o:t:r:o::a:n:i:v:e:r:s:a:r:i:o::
Que jamás imaginé fuera a ser así de triste, una despedida en vez de una celebración. Bueno en realidad, ni siquiera pensé hace 365 días que recordaríamos esta fecha. Hoy llega de nuevo, y tú y yo ya no estamos para festejarla.
Hace, pues, 8,760 horas (por aquello de jugar con la calculadora y distraer las lágrimas), el 7 de noviembre de 2013, que te mandé un correo titulado "Y si..." para proponerte que reiniciáramos una plática. Tú lo recibiste ya el 8, con esas 7 horas que muy pocas veces han dejado de estar en medio nuestro, y de inmediato contestaste que sí, que claro que podíamos reiniciar una plática. Y lo hicimos, platicamos, nos contamos más de media vida, recobramos lo sucedido hacía tres décadas y sanamos heridas viejas. Luego nos enamoramos otra vez y seguimos platicando, y chateando, y skypeando, y hasta hablando por teléfono, a la antigüita. Y luego nos vimos de tu lado del charco y luego nos volvimos a ver de mi lado del charco. Y nos amamos. Y nos besamos. Y lloramos. Y nos despedimos. E intentamos seguir amándonos. Y nos empezamos, también y a pesar de todo, a distanciar.
Hoy recuerdo aquel inicio y sigo llorando el final. Tan increíble uno como otro, me dijiste hace poco. Y yo te contesté que increíble era el reencuentro en el amor, sí, que el desenlace me parecía tristísimo...
Y como a mí seguirte platicando me escuece la piel todavía, le cedo la palabra a Cortázar, que fue también compañero nuestro durante estos últimos 12 meses:
El futuro
Y sé muy bien que no estarás
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y sé muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y sé muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.
jueves, 6 de noviembre de 2014
c:o:r:a:z:ó:n 2
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Invitado: Mingyur Rinpoché
Debemos reconocer que "toda la verdad" es que todos queremos ser felices nada más. Lo realmente triste es que la mayoría de la gente busca la felicidad de maneras que, de hecho, sabotean sus intentos. Si pudiéramos ver toda la verdad de cualquier situación, nuestra única respuesta sería una de compasión.
Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español, mía.
martes, 4 de noviembre de 2014
lunes, 3 de noviembre de 2014
domingo, 2 de noviembre de 2014
Ofrenda
Para mis muertos, este año mirasoles y cempasúchiles silvestres
Pensando en especial en Pepe y Doña T, en Pedro y Delia, y en Marta y Román
Con cariño viejo y con cariño renovado,
deseando que sean felices y estén libres de sufrimiento
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