miércoles, 26 de mayo de 2021

¡Feliz Día de Shakyamuni!

 



Hoy celebramos la vida. el nacimiento, la iluminación y el parinirvana del Buda.

Es un momento de reflexión y de gran gozo.

*

¡Gracias, Buda Shakyamuni!


Imagen de Dzogchen Ponlop Rinpoché.


martes, 25 de mayo de 2021

espejismo / ilusión


 









espejismo

De espejo e -ismo.

1. m. Ilusión óptica debida a la reflexión total de la luz cuando atraviesa capas de aire de densidad distinta, lo cual hace que los objetos lejanos den una imagen más cercana e invertida.

2. m. ilusión (‖ concepto o imagen sin verdadera realidad).


O sea, la vida misma. No nada más en el desierto o en la carretera. Sino caminando por los vericuetos de mi condominio.

Salgo del pasillo que recorre la parte trasera de los tres últimos edificios y en la pared del "G", veo lo que me parecen dos hojas secas adosadas al muro. Pero cómo llegaron ahí. Cómo se sostienen ahí. Me pregunto y me acerco. Y veo que no son hojas. Tienen la forma de dos triángulos superpuestos. Pero no alcanzo a descifrar qué son. Me acerco un poco más y ladeo la cabeza para un lado y para otro.

¡Ah! Mariposas. De las nocturnas, pero de un color mucho más claro. Qué harán. Me vuelvo a preguntar. Podrían estar procreando, supongo, pero su quietud es absoluta. Podrían estar vivas o podrían estar muertas. Están. Eso es seguro.

Les pega la sombra. Pienso que podría volver más tarde cuando les pegue el sol. Pero cuando me acuerdo, una nueva sombra las ha vuelto a cubrir. Y ellas siguen imperturbables. Cuando paso por el mismo punto al día siguiente, esperando reencontrarlas, parece que nunca hubieran estado allí. Estuvieron allí, me vuelvo a preguntar. Alguien las habrá visto o me lo imaginé.

Y así sucede con tantas otras cosas en la vida. Que no son lo que parecen. Que no parecen lo que son. Que etiquetamos e inventamos sin verlas. Como espejismos. Como ilusiones. A las que les pega la sombra y luego desaparecen.


ilusión

Del lat. illusio, -ōnis.

1. f. Conceptoimagen o representación sin verdadera realidadsugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.






jueves, 20 de mayo de 2021

Invitado: Dilgo Khyentse Rinpoché


 ¿Cómo se crea el samsara? ¿Cómo se alcanza la realización? 


Para conquistar la esfera superior de la naturaleza 
no creada de la mente, debemos ir a la fuente y reconocer el origen de nuestros pensamientos. 

De otro modo, un pensamiento da pie a un segundo pensamiento, el segundo al tercero, y así sucesivamente para siempre. Estamos bajo el ataque constante de los recuerdos del pasado y somos arrastrados por las expectativas del futuro, y perdemos toda conciencia del presente. 

Es nuestra propia mente la que nos desencamina hacia el ciclo de existencia. Ciegos a la naturaleza verdadera de la mente, nos aferramos a nuestros pensamientos, que no son sino manifestaciones de esa naturaleza. 

Este congela la conciencia en conceptos sólidos, tales como yo y el otro, deseable y detestable y muchos más. Así es como creamos el samsara. 

Pero si, en lugar de que nuestros pensamientos se solidifiquen, conocemos su vacuidad, entonces cada pensamiento que surge y desaparece en la mente nos presenta la realización del vacío de una manera incluso más clara. 


apariencias pasajeras en un cielo pasajero





















Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

lunes, 17 de mayo de 2021

Historia de una planta 3

Ya hay otras historias de plantas en este blog (como aquí y acá), además de que se cuelan por todos lados, en palabras o en imágenes. En realidad no me había dado cuenta cabal del lugar tan importante que juegan las plantas, las flores, las hojas, las semillas, las raíces en mi vida. Gracias a ellas es que, después de 6 meses de haber cruzado el charco de vuelta, siento que empiezo a (medio) aterrizar.

Desde abril pasado hay una planta nueva , que me regaló mi comadre María Eugenia de cumpleaños. Un amorcito, cultivado en Chimal. No es la primera vez que me traigo alguno a Cuernavaca, pero el último se murió hace unos años, calculo.

Llegando a mi casa, lo coloqué en el balcón con la intención de comprarle una maceta más grande. Entonces me di cuenta de que traía dos botones de flores. Compré, pues, el tiesto nuevo, donde lo metí con todo y su recipiente original, sabiendo que cuando una planta va a florear no es el mejor momento para trasplantarla, pues la floración le consume mucha energía y no tendrá suficiente para adaptarse a un nuevo sitio. 

A los pocos días de estar expuesta al sol brutal (aún no empezaban las lluvias), vi con algo de tristeza que los dos botones se habían secado. No me sorprendió porque Cuernavaca es muuuuucho más caliente que Chimal. Pensé, entonces, que ya podría trasplantar el amorcito y entonces vi, ahora con sorpresa y gusto, que había echado otros dos botones, adaptándose casi de inmediato al clima cuernavacense. Opté, claro, por volver a aplazar su cambio de vivienda y empecé a esperar a que los botones abrieran.

Y abrieron, así de bonitos:



Ojalá nuestras (mis) readaptaciones a los cambios fueran tan suaves y sabias como las del amorcito chimaleño.

viernes, 14 de mayo de 2021

Invitada: Jetsunma Tenzin Palmo


El Buda dijo que hay dos tipos de sufrimiento. Uno es el sufrimiento

físico, otro es el sufrimiento mental. El sufrimiento físico es 

inevitable porque tenemos un cuerpo. Pero el sufrimiento 

mental es opcional. No necesitamos sufrir estas tormentas 

emocionales y torturarnos con todos estos sentimientos de culpa y 

vergüenza y todas estas cosas. De hecho, podemos simplemente dejar caer la

carga y estar libres en el momento. Es muy posible. Estamos practicando

para esto. Y una vez más más, en un nivel inicial, simplemente

enviarnos a nosotros mismos gentileza amorosa y compasión y amigarnos, en

lugar de estar en guerra  con nosotros mismos y torturándonos. 


lluvia y flor de mayo








Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

martes, 11 de mayo de 2021

siete/10

 









Hace un año más o menos, en pleno confinamiento madrileño, empecé a escribir sobre las 10 películas que más me han marcado. (La lista podría hacerla varias veces, pero estas primeras elecciones arrojan bastante luz sobre mi manera de entender el mundo.) La última entrada, la de la sexta peli, la hice todavía en Barcelona, en octubre pasado. Hoy vuelvo, desde Cuernavaca, para ir completando la labor.

Vi En la ciudad blanca a mis 20 años (qué década aquella, la segunda de mi vida...) en Barcelona, en el desaparecido cine Casablanca. Ya he hablado un poco de esa experiencia en este blog (aquí) y aquel momento se convirtió en parte central de un capítulo de mi novela La prima mexicana (en revisión).

Hoy, 37 años después, recuerdo vívidamente varias escenas de la película de Alain Tanner. A Bruno Ganz, por supuesto, jovencísimo y guapísimo filmándose a sí mismo en las calles imposibles de Lisboa y a Rosa, su amante portuguesa. Como me suele suceder, no recuerdo el final. (Quizás sea un mecanismo de defensa esto de olvidar los finales.) Una vez, en Lisboa, traté de volver a ver el filme, pero lo único que logramos fue que un virus infectara la compu donde lo intentamos. 

En la ciudad blanca ha estado conmigo desde entonces, más o menos presente, pero indisoluble. Ahora sé, a mi pesar, que los relojes no marchan al revés y el mundo no lo hace al derecho. Quizás saberlo sea una liberación, una bendición disfrazada.

Y, bueno, cuando se trata de esta peli, hablo de todo menos de ella. Con un argumento mínimo (un marinero alemán que deserta su barco en la capital portuguesa, donde conoce a una mesera del lugar, al tiempo que mantiene una relación epistolar con su pareja), es un poema sobre Lisboa y sobre la búsqueda (o la pérdida, según se mire) de uno mismo. Quizá algún día vuelva a verla: sería interesante mi percepción a casi 4 décadas de distancia de aquella primera vez, aunque me da un poco de susto también.

Para cerrar, dejo este enlace recién encontrado con una muy buena reseña del filme, por si a alguien le da curiosidad.

 

domingo, 9 de mayo de 2021

Invitada: Pema Chödrön

 

Protegernos del dolor

Protegernos del dolor  —el propio y el de los demás— nunca ha funcionado. Todo el mundo quiere estar libre de su sufrimiento, pero la mayoría de nosotros lo hacemos de maneras que solo empeoran las cosas. Escudarnos de la vulnerabilidad de todos los seres vivos —lo cual incluye nuestra propia vulnerabilidad— nos disocia de la experiencia plena de la vida. Nuestro mundo se encoge. Cuando nuestras metas principales son obtener comodidad y evitar la incomodidad, nos empezamos a sentir desconectados de los otros e incluso amenazados por ellos. Nos encerramos en una red de miedo. Y cuando muchas personas y países emplean este tipo de enfoque, el resultado es una situación global caótica con mucho dolor y conflicto. 


pájaros en el cielo de cuernavaca










Original en inglés y fuente, aquí.

Traducción al español e imagen, mías.


viernes, 7 de mayo de 2021

hoy tengo mono

 A veces me gusta abrir la llave del gas de la estufa y tardarme unos segundos en darle al botón que saca la chispa que enciende la flama. Así, se acumula un poco más de gas del conveniente y cuando se prende lanza una flama grande, amenazante, pero no aterradora. Si lo hago con el comal de barro encima (más por descuido que por voluntad) entonces puede ser más peligroso, porque el gas no huele, se amotina y cuando enciende me podría alcanzar a quemar. Aunque nunca ha pasado.

Quizás todo esto sea porque tengo mono. Que acá, en México no quiere decir nada. Como chango en España tampoco transmite ningún significado. Porque chango es mono, simio pues, solo en México. Pero acá no tenemos chango, ni tenemos mono.

Tener mono, que allá es el sinónimo coloquial del síndrome de abstinencia, es el sinónimo espiritual, según yo, de la falta de satisfacción, fuente ineludible del sufrimiento, Mentalidad de pobreza, según el Buda.

Y qué mono que tengo yo hoy de Madrid. De mi María. De Ata. Del cielo azul Madrid y de otra vida, por más ilusoria que sea, como la mía. Hoy.


Madrid, mayo 2020




jueves, 6 de mayo de 2021

sabiduría zen

 El tiempo es vida

por Norman Fischer y Susan Moon

 
Estar ocupado o no estarlo no es una cuestión de qué tanto tengas que hacer. Depende de tu visión, de tu actitud. Si insistes en que el tiempo es un contenedor limitado que está casi lleno y ahora estás intentando embutir tres o cuatro cosas más en él, entonces sí, estás demasiado ocupado. Te pones ansioso. Pero si reconoces que el tiempo es vida, entonces simplemente haces lo que sea que estés haciendo cuando lo estás haciendo y cuando terminas, haces otra cosa. Quizá no completes todas las tareas en tu lista. ¡Pero nada está al fin y al cabo completo! Todos nos moriremos con asuntos pendientes y, al mismo tiempo, con todo completo. 


Amanece sobre la moringa en Cuernavaca

Fragmento tomado de este libro y traducido por mí.

miércoles, 5 de mayo de 2021

5 de mayo

Imposible no pensar en mis papás un día como hoy. Es parte del imaginario familiar. Supongo. El 5 de mayo era su día. Hoy lo habrían celebrado 59 veces, a sus 86 años, si hubieran llegado, lo cual no era impensable. Pero no llegaron. Ninguno de los dos. De haberlo hecho, yo creo que se hubieran seguido celebrando Yo creo que habrían seguido juntos, por ello no me parece tan descabellado celebrarlos yo y honrar así mis orígenes. Seguir reconciliándome.

 En mi casa tengo un par de fotos de ellos a la vista, digamos.


 En esta están de luna de miel en Sevilla. No tengo idea quién la tomó —quizá un paseante que se encontraron— ni con qué cámara. No me acuerdo tampoco cuándo llegó a mis manos ni si yo la enmarqué o ya venía así. Sí recuerdo que contaban que su luna de miel había durado, por lo menos, un par de meses y la estancia más larga había sido en España. Tendrían a la sazón 28 años, 30 menos de los que hoy tengo yo. Tres más de los que cumplirá mi hijo el próximo agosto. Y sonreían mucho, sobre todo ella, quizás no nada más para la cámara. Quizás fueron felices, aun momentáneamente.

 


 


Y acá están en el claustro de alguna iglesia o convento en México. Quizás en Querétaro. Más o menos a sus 50 años de edad. Es posible que la foto la tomara yo, con la Retinette de mi papá, que quizá ya era mía. Es posible que haya sido en la temporada de Navidad, cuando solíamos viajar juntos los cuatro. Mi papá sonríe más aquí que ella, que aparece más como la recuerdo: seria, triste. Tendrían, sin saberlo, unos 14 años por delante para compartir su vida.

 




Hoy les dejo estas flores bañadas por el sol de esta mañana suya, deseando que hayan encontrado o estén en camino hacia un espacio feliz y libre de sufrimiento.

 


lunes, 3 de mayo de 2021

s:i:l:v:e:s:t:r:e:s:

 silvestre

Del lat. silvestris.

1. adj. Dicho de una plantaCriada naturalmente y sin cultivo.

Esta definición abarca, por supuesto, miles, millones de plantas. (Supongo.) Para mí las plantas y, más específicamente, las flores silvestres son las que nacen entre las grietas de las banquetas y los muros abandonados. En las macetas, entre especímenes con nombre y apellido. En un trozo de tierra baldía donde casi no se posan los ojos de nadie. Enredadas a una alambrada. O al fondo de un jardín cuidado y recuidado. 

Chimal








Cuernavaca









Madrid




















Todo esto me recuerda al señor del castillo plano, Rodrigo, el protagonista (¿antagonista?) de mi primera novela, Memorias a dos voces, visto por los ojos de la otra protagonista, su hija Elisa. Transcribo aquí un fragmento a propósito de esas plantas criadas naturalmente y sin cultivo:


Elisa lleva la soledad clavada en el pecho. Su mirada cae sobre el césped amarillento que antes cubría pretencioso la enorme cuesta que se desdobla frente a la construcción. Hoy nadie se molesta en regarlo. Los dos olivos, que dan nombre a la finca, sobreviven al abandono, como esperando que el señor vuelva a mirarlos con ojos orgullosos. Las hierbas se van apoderando poco a poco del terreno. Elisa se agacha y recoge una de las plantas silvestres que salen cuando hay agua. Esta ha resistido el comienzo de la época de secas. Tiene flores como lágrimas de color amarillo limón. “Bolsitas de Judas” les dicen en el pueblo. “¡Quítemelas todas! Ya ve cómo acabaron con las hortensias”, sentenció alguna vez el señor del castillo. “Si fue la lluvia la que echó a perder sus flores”, salió en su defensa el jardinero. Ni él ni nadie podía oponerse a las órdenes de Rodrigo. A escondidas, Elisa convencía al peón de indultar alguna planta de temporada, esperando que la mirada del señor no la condenara. Hoy también las hortensias se han dado por vencidas. Sucumbieron a los embates del agua para luego secarse sin remedio. Las hierbas ocupan, tímidas aún, el territorio. La bugambilia y la llamarada no tuvieron tiempo de aderezar la blancura de los muros del castillo; el descuido les ganó.