Del lat. thesaurus, y este del gr. θησαυρός thēsaurós.
1. m. Cantidad de dinero, valores u objetos preciosos, reunida y guardada.
3. m. Persona o cosa, o conjunto o suma de cosas, de mucho precio o muy dignas de estimación. Tal persona o tal libro es un tesoro. Tesoro de noticias, de virtudes.
4. m. Nombre dado por sus autores a ciertos diccionarios, catálogos o antologías.
5. m. Der. Conjunto escondido de monedas o cosas preciosas, de cuyo dueño no queda memoria.
En uno de los grupos de práctica de escritura (a la Natalie Goldbderg) en que participo, nos propusieron escribir 15 minutos sobre un "tesoro". Y esto fue lo que salió:
Yo tuve algo una vez que era un tesoro para mí. Era un collar hecho de pequeñas perlas barrocas y cuentas de oro intercaladas. Había pertenecido a mi abuela Adela y lo había heredado mi mamá. Desde niña me fascinó. Mi mamá no lo usaba mucho y creo que yo intentaba que me lo prestara, pero se negaba. Hasta que un día me atreví a pedírselo abiertamente. Supongo que le habré dicho algo así como que me lo heredara en vida. No me contestó, pero unos días después, en una exposición de las pinturas de mi entonces marido, poco después de nuestra boda, mi mamá se acercó a mí, la flamante esposa del pintor, y me dio el collar de perlas y bolitas de oro. Me emocioné mucho. No solo me encantaba la pieza, sino que me sentí querida y reconocida como parte del linaje de mujeres de mi mamá. Era un verdadero tesoro.
Unas semanas más tarde, mi marido y yo tomamos un taxi en la Ciudad de México para ir de casa de mis papás a casa de la mamá de él, donde estábamos pasando unos días. Yo tenía unas cuantas semanas de embarazo y llevaba puesto el collar de la abuela, que había quedado escondido debajo de un suéter de lana gris (también regalo de mi mamá) que traía puesto. Era cerca de fin de año. Cuando Adrián y yo llegamos al edificio donde vivía Graciela e intentamos bajarnos del vochito-hecho-taxi, de esos verdes a los que les quitaban el asiento del copiloto para dejar más espacio para los pasajeros, dos hombres se subieron impidiéndonos el paso. Yo pensé que eran unos clientes con prisa y muy maleducados, pero resultó que eran ladrones.
Uno de ellos le dijo al chofer que siguiera manejando y a nosotros nos explicó que no eran violadores ni asesinos. Menos mal, pensé y me aferré a esa información al tiempo que me concentraba en el minúsculo ser que habitaba ya dentro de mí. Uno de los ladrones iba armado con un cuchillo y creo recordar que el otro tenía una pistola. Nos pidieron que entregáramos todas las cosas de valor que llevábamos puestas: relojes, anillos, y demás. Teníamos poquísimo y lo entregamos. Pero el collar se quedó escondido. Supongo que fue una decisión mía consciente, aunque a 26 años de distancia no estoy segura.
Después nos llevaron en un recorrido a varios cajeros automáticos para sacar dinero con nuestras tarjetas. Ambos sabíamos lo poco que teníamos en el banco y eso nos preocupó aún más. Los ladrones podían enojarse y convertirse en lo que habían dicho que no eran. Supongo que algo habrán sacado y, después de varias vueltas, nos soltaron, con la instrucción de caminar derecho sin voltear hacia atrás, para evitar que nos dispararan.
Caminamos, pues, y creo que llamamos a algún amigo que nos llevó a casa de mi suegra. El collar seguía ahí, en mi cuello. Cuando les hablé a mis papás para contarles lo sucedido, la primera (y única) pregunta de mi mamá fue: "¿Se robaron el collar?" Mi salud y la del futuro nieto no parecían ser una prioridad. Le contesté que el tesoro familiar se había salvado. Respiró aliviada.
Mucho tiempo después, cuando mi madre ya había muerto y yo llevaba varios años divorciada y viviendo en mi departamento con mi hijo, el collar acabó en manos de una mujer que, aprovechando su trabajo en mi casa, se robó las pocas piezas de oro que encontró. Mejor que mi mamá no se enterara de ese triste desenlace. A mí me dolió perder ese tesoro del linaje materno y, aunque en términos generales lo he soltado, a veces lo recuerdo aún con nostalgia, pero sin ansia. Esa la han disuelto el tiempo y la meditación.
Supongo que podría extraerse alguna moraleja de esta historia, pero prefiero que se cuenta sola o que quien la lea la interprete a su modo.
De las otras dos personas con quienes me tocó hacer la práctica de lectura y escucha con el tema "tesoro", una escribió sobre una mejor amiga, convertida en amante y reconvertida en mejor amiga, y la otra escribió sobre un coche azul que adoraba.