jueves, 31 de marzo de 2022

g r i s

Hace unos días, una amiga joven, que estaba de visita en mi casa con mi hijo y otras amigas jóvenes, vio una foto mía de hace 40 y pico de años (a mis 17) y exclamó algo como "Tenías el pelo castaño". YO me quedé pasmada. "¿Cómo que tenía?", le pregunté, ¿Pues de qué color lo tengo ahora?". "Gris", contestó. Creo que intenté decir algo como que tenía canas, sí, pero los cabellos que no eran blancos, seguían siendo castaños, pero ya no logré articularlo. Entonces me dirigí a mi hijo y le pregunté que de qué color tenía yo el pelo y confirmó: "Gris". 

"Gris", pensé yo para mí, sin decir nada más. Pues sí, supongo que ahora mi pelo es gris. La mezcla de las canas con mi color original da como resultado gris. Entonces recordé una ocasión, hará unos 10 años, cuando a una amiga mayor que yo, de pelo gris, le pregunté de qué color había tenido el pelo de joven y su respuesta fue muy parecida a la mía, sobre todo el asombro. Ahora entiendo su experiencia.

Recordé también cuando mi amiga Dasha, pasados los 80 años, me compartió cuando en una ocasión, a sus 40 y pico, levantó su cepillo del pelo, se encontró con algunas canas y se preguntó de quién podrían ser. Entonces se dio cuenta que eran suyas. Así es, diferente para cada quien, pero también similar, el proceso de envejecer o, quizás con más precisión, el proceso de darnos plena cuenta que estamos envejeciendo. En realidad, empieza desde el momento mismo que nacemos, pero primero le decimos crecer, después madurar y después no nos queda más que nombrarlo por lo que es, aunque nos asuste. En realidad no se trata más que del cambio continuo a lo que todo, todas, todos, todes estamos sometidos por el mero hecho de estar vivos.

Y gris, según el diccionario, es por un lado (dicho de un color), "semejante al de la ceniza y el acero, y que resulta de mezclar el blanco y el negro", y por otro, "carente de atractivo o singularidad (como un individuo o un paisaje gris)". También puede referirse a poderes ocultos como en la frase "eminencia gris". Y es un hecho que, cultural y socialmente, hay una presión por esconder el gris del cabello: pintándolo (del color original o de cualquier otro). Recuerdo el comentario de dos amigas actrices de mi edad en el sentido de que no podían darse el lujo de no pintarse el pelo (ni cortárselo) si no querían quedar encasilladas en papeles de viejitas. También es cierto que se ha puesto de moda volverse gris ("going grey" en inglés) e incluso se paga por ello, según me decía hoy una paciente mayor que yo, dedicada al mundo de la moda y la apariencia, y que se pinta el pelo.

Yo he declarado en múltiples ocasiones que me encantan mis canas y que no me las pintaría. Hoy me reconcilio con que "mis canas" se hayan convertido en "pelo gris" e incluso cuido su brillo (ya desde hace unos años) usando un champú morado que neutraliza la tendencia a que se amarillen. Pero tampoco niego que el proceso de envejecer sea fuerte y que se necesita valentía para irlo aceptando, sobre todo en un mundo que prefiere, las más de las veces, negarlo o disfrazarlo.

y bueno, grises también son los días nublados, que suelen tener menos rating que los soleados, pero su encanto tampoco pasa del todo desapercibido.


lunes, 28 de marzo de 2022

otro zopilote

Los zopilotes han planeado en el espacio de este blog desde sus comienzos. Aquí y acá, de pasada. Mientras que en esta entrada, conté más de su presencia en mi vida desde niña y compartí las enseñanzas de mi abuela Rosa sobre la vida y la muerte. Luego, pasaron otra vez fugazmente un viernes santo y se hicieron poema durante mi estancia en Madrid, por allá a finales del 2019. Todavía del aquel lado del mundo, se colaron entre los mirlos propios de esas tierras y volvieron para el pasado San Miguel ya de este/mi lado del mundo.

Cuando paseo por el condominio en las mañanas, suelen acompañarme, más de cerca o más de lejos. Siempre andan rondando por ahí y a veces alcanzo a ver las plumas blancas que iluminan sus alas por debajo. Y hace unos cuanto días, tuve otro encuentro, casi del del tercer tipo. Después de comer en mi estudio, viendo alguna serie (Call me Kat, probablemente), me asomé por la ventana y vi cómo un zopilote aterrizaba en el pretil de la azotea del edificio a espaldas del mío. Para mí, algo inusitado. (Mi hijo me dijo que él había atestiguado el hecho un par de veces.)

Entonces, fui a mi cuarto por mi camarita. Claro. Y le saqué varias fotos allí, descansando. 


Y entonces pensé que, si me quedaba en mi puesto, esperando, seguramente el ave alzaría el vuelo y ese sería un momento único. Y lo fue.

Justo después, se le unía un compañero (o compañera) y ambos surcaron el cielo enfrente de mí con sus alas extendidas, hasta desaparecer. Y a mí me vino, como siempre, el recuerdo de mi abuela Rosa. Y con él y con ellos, la certeza de la muerte, inevitable como la vida.


martes, 22 de marzo de 2022

Marzo 2

Hace dos años, hubo un marzo también. (Claro.) Y fue un marzo extraño, quizá uno de los más extraños de mi vida. Estaba en Madrid. Y el mes empezó con los brotes de la primavera, que de aquel lado del mar sí que contrasta con el invierno.


Luego vino la marcha del 8M, donde participé junto a mi querida María Loherr, después de haber comido en su casa y haber sentido que el frío (¿el virus?) se me metía al cuerpo. Iban otras amigas que después dejaron de serlo. Y Atalanta tendría que haber estado. En un momento dado, nos salimos del evento y fuimos a beber y comer algo. Recuerdo que pedí una pizza con huevo estrellado, que resultó ser una delicia, a pesar de lo que pudiera pensarse.


Y luego, caí enferma, se cerraron las escuelas, se declaró el estado de alerta y se dispuso el confinamiento. Desde mediados de marzo hasta junio, la vida/mi vida transcurriría en el piso de Ana, con esporádicas salidas, a los contenedores de basura de reciclado, primero, y luego a las caminatas programadas de una hora, según la edad. Y entre otras cosas, hicimos huevos con caras para recordarnos que ya estaban cocidos y para escapar del encierro.


O soñábamos, más bien soñaba yo porque a Ana no le gustan los tendederos, con el mar.



lunes, 21 de marzo de 2022

Marzo

Hoy empezó oficialmente la primavera y se está acabando marzo. Y se me pasó como agua. Recuerdo a Elis Regina y sus aguas de marzo cerrando el verano. Acá no hay aguas, salvo alguna tormenta esporádica, y lo que se cierra es el invierno, aunque en realidad no lo haya.

Pero las cosas cambian, eso siempre: el sol entra con una inclinación diferente y por lugares diferentes de mi casa; las jacarandas están casi en todo su esplendor, incluyendo la anciana que está al fondo del condominio y que veo desde mi balcón; el flor de mayo que criamos hace años Santiago y yo, y todos sus hijos, empiezan también a estar cubiertos de flores, con ese perfume tan singular, a casa de mi abuela Rosa y a mi casa hoy; hay más pájaros, que se empiezan a aparear, supongo, y han vuelto las golondrinas, que se regocijan tomando agua en la alberca; mi gata empieza a tirar más pelo y a echarse de panza sobre las losetas del suelo para refrescarse.

Y empieza el calor, que se irá poniendo cada vez más insoportable hasta que llegue el verano con sus lluvias. Y yo me había propuesto escribir más, pero se me cruzaron varios imprevistos: un pie torcido; un ojo intervenido con láser, que ha tardado en recuperarse más  de lo esperado; una computadora portátil que llegó al fin de sus días, antes de lo esperado. 

Y a principios de marzo, cuando quedaba casi todo el mes por recorrer, Santiago y yo hicimos un hallazgo. Al volver de casa de unos amigos, alrededor de la media noche, todo oscuro y en silencio, mientras nos disponíamos a abrir la reja del departamento, descubrí un bulto medio colorido sobre una de las hojas de la palma que está enraizada en la planta baja. Se lo señalé a él y me dijo que era un pajarito. Y lo era. Todo arrebujado sobre su hoja-nido-casa. Y entonces Santiago vio otro en otra hoja. Y yo intenté fotografiarlos. Y una imagen quedó bien:


Al día siguiente, volvimos a salir a ver si los veíamos al caer la noche. Y sí, ahí estaba uno que se espantó y se fue. Volvió más tarde. Pero desde ese segundo día no los he vuelto a ver. Se me antojan como una suerte de protectores pasajeros que emprendieron el vuelo hacia otros lares después de su visita. O quizá eran crías que crecieron y abandonaron el nido. Un regalo de marzo. Efímero como la vida misma.


domingo, 6 de marzo de 2022

o b j e t o

 

Me sorprende la RAE: busco la palabra "objeto" y dice que viene del latín obiectus, pero luego da 9 definiciones de las cuales la que más se acerca a lo que busco es la 6a, "cosa". Entonces busco "cosa" y la cosa no se aclara. Hay 6 definiciones, 15 frases combinadas con algún adjetivo y 34 expresiones que contienen el vocablo (y dan para otra entrada).

La que medio se acerca lo que yo buscaba es la primera definición:

f. Lo que tiene entidadya sea corporal o espiritualnatural o artificialconcretaabstracta o virtual,

pero en realidad ni siquiera...

Yo de lo que quiero hablar es del primer objeto que he hecho con las manos y que se puede tocar, sostener, sentir tangiblemente:

Un gato de barro que, además es maceta y ya está resguardando una hoja de violeta enraizada (aunque no en esta imagen, del día que llegó a mi casa). Durante años, décadas, casi toda la vida, había tenido el anhelo de hacer cerámica, de trabajar con barro, de mancharme las manos y, no lo tenía claro hasta la semana pasada, de crear objetos.

Yo he escrito siempre (desde que aprendí cómo, claro). He plasmado ideas, emociones, imágenes; algunas se han conjugado en historias y algunas se han incluso publicado. Pero no son objetos como ShiMi (ཞི་མི), mi gato de barro. 

Recorro mi vida hacia atrás pera ver si encuentro otros objetos hechos por mis manos y sí, hay un morral de estambre, tejido por mí en la secundaria, a franjas rojas y azules. (Aún lo tengo y a mi hijo le gusta.) Luego intenté tejer un suéter, pero no lo logré (creo que aún conservo las madejas verdes y moradas en algún rincón de algún clóset). También hubo una funda de almohada que bordé, de niña, con la inicial del nombre de mi padre, "R", amarilla rodeada por un guirnalda anaranjada, o quizá anaranjada rodeada por una guirnalda amarilla. Solo el tiempo lo sabe. Y no encuentro nada más. Quizá algún dibujo de niña que mi padre mandó enmarcar (se asoma a mi memoria uno hecho con pinturas de dedos al que el sol le fue comiendo el color), pero esos se perdieron cuando murió mi madre y mi hermano desmontó su departamento.

Y entonces nació ShiMi y me hizo muy feliz. No solo el objeto en sí, sino el proceso de crearlo, de descubrirlo dentro de una bola de barro que fui pellizcando hasta sacarlo a la luz, con la guía y el aliento de Pilar (¡gracias, Pilar!). Trabajar con el barro me descansa la cabeza. Y me hace paciente. No puede apresurarse. Hay que volver y cerrar grietas, deshacer bultos, uniformar la superficie. Envolver la pieza. Dejarla secar. Volverla a trabajar. Pintarla con algún color en algún lado. Firmarla (me encantó firmar el gato). Aguardar a que entre al horno a cocerse. Y finalmente tenerla entre las manos, como algo tangible. Y aceptarla como es aún si (o sobre todo si) no coincide con la imagen que de ella teníamos en la cabeza.

Y entonces empezar la siguiente. Otra maceta, que parece una pieza etrusca hecha por una niña pequeña poco hábil que juega más que crear (¿o son lo mismo?). Y sí, por ahí anda mi mente crítica (egresada de la Moderna Americana), con su perfeccionismo a cuestas, pero ya es mucho, muchísimo menos de lo que era. Sobre todo disfruto, sin importar (demasiado) el resultado. Sin importar (para nada) que sea perfecto. Y me divierto enormemente imaginando el siguiente objeto que pueda estar en ese espacio donde se encuentran mis manos y el barro.


sábado, 5 de marzo de 2022

Invitado: Dzogchen Ponlop Rinpoché


Mi guru, Khenpo Rinpoché, el mejor guru del mundo, me dijo muchas veces que el internet es el mayor milagro y mayor ejemplo de la naturaleza de todos los fenómenos. Eso fue allá en los 90.

“El internet nos muestra que no hay lejos o cerca.” La distancia es igualdad. Y el guru dijo: “El internet nos muestra que no hay noche o día”. El guru dijo que puedes estar en el día y puedes ver la noche al mismo tiempo. Y el guru dijo: “El internet nos muestra que no hay tiempo”. El guru me dijo que puedes ver cuando hablas con alguien en Asia desde Occidente, o desde Occidente hacia Asia, estás hablando desde ayer hasta mañana. Tu sábado es viernes. Así que es como si estuvieras hablando en viernes. El viernes ya se fue, pero aun así, estás hablando en viernes. ¿No es eso un milagro? Y el sábado no ha llegado para mí, pero de cualquier modo estoy hablando en sábado. Eso es un milagro."

Así que en cualquier caso, no se preocupen de que no estemos juntos en un lugar ahora mismo. Cuando nuestros corazones están muy cercanos, entonces estamos en el espacio más cercano.

¡Hoy, mañana o ayer, 5 de marzo de 2022, celebramos el cumpleaños 88 de Khenpo Rinpoché!


Khenpo Rinpoché



















Texto en inglés y foto originales, aquí.
Traducción al español, mía.

viernes, 4 de marzo de 2022

Pequeños goces

  • un pan tostado con mantequilla, la mitad con queso azul y la mitad con mermelada de higo blanco
  • amasar una bola de barro y dejar que la forma que se esconde dentro empiece a asomar
  • una plática con gin tonic con mi prima Maricarmen
  • dar unas vueltas en el agua helada de la alberca de mi casa
  • caminar por la orilla del mar donde el agua me roza los pies y desvía imperceptiblemente mi rumbo
  • un trozo de chocolate negro con sal y caramelo, o dos
  • comprar una pluma nueva, morada o verde, también negra o azul si escribe rápido
  • pasear por una papelería llena de cosas de papelería
  • una canción de Macu Gavilán, "Tejados" o "Tierra sin dueño", por ejemplo
  • iluminar una flor o un pez o un trozo de mandala
  • ver un capítulo repetido de The Big Bang Theory  y volverme a reír
  • una video llamada con María Loherr
  • jugar un continental
  • ganar jugando al cinco
  • una jacaranda en flor
  • una quesadilla calientita con la tortilla suave y aguacate
  • que me hagan piojito o mi hijo me lea en voz alta
  • releer un libro, como Jane Eyre o El amor en los tiempos del cólera, por ejemplo
  • un masaje en los hombros
  • cuando deja de doler una migraña
  • mi piedra floreando de nuevo
  • despertar en Chimal y ver el volcán en la ventana de la escalera

    martes, 1 de marzo de 2022

    ¡Feliz cumpleaños, Khenpo Rinpoché!


    Hace un pelín más de 16 años, tuvimos la enorme fortuna de recibir en México al gran maestro Khenpo Tsultrim Gyamtso Rinpoché, acompañado por su discípulo principal, Dzogchen Ponlop Rinpoché, mi maestro. Entre miles de peripecias, organizamos un programa de media semana, con tres sesiones de enseñanzas al día, entre otras actividades.

    Mi hijo tenía 9 años y vivíamos en Cuernavaca, así que nos trasladamos a la Ciudad de México para recibir a los maestros en el aeropuerto, pasear con ellos y organizar todo. Era principios de año. Ellos aterrizaron en tierras mexicanas el primero de enero de 2006.

    El día abría con Khenpo Rinpoché. Durante la primera sesión, Santiago estuvo sentado en primera fila, con una concentración envidiable por cualquier meditador avanzado. Cuando le pregunté qué quería hacer al día siguiente, me contestó que volver a las enseñanzas con el Khenpo. Y volvió y no se perdió ni una sola palabra.

    Al final del programa, me hizo un dibujo (que hoy vive en mi altar) para el de Día de Reyes. Ahí plasmaba el momento cumbre del programa para él ("el ataque del dulce", lo llamó), con el Khenpo al centro (sobre la Pirámide del Sol, que habíamos visitado con ellos unos días antes en Teotihuacán):




    Y me agradecía haberlo invitado a las enseñanzas "que, por cierto, estuvieron padrísimas". 

    Hoy celebramos el cumpleaños 88 de Khenpo Tsultrim Gyamtso Rinpoché, a quien agradezco de corazón sus enseñanzas, de entonces y de ahora, su conexión con mi hijo y con tantísimos otros seres, su compasión y su sabiduría. Todo mi amor en este día y siempre.


    Que tus pies continúen con su danza traviesa, queridísimo maestro abuelo...