Pues sí, la piedra, mi piedra del balcón, ha ocupado este espacio varias veces. Desde que conté su historia aquí, hasta dos ocasiones (acá y acullá) cuando floreó en épocas muy distintas (finales del año y plena primavera), y esta otra del verano pasado. Porque así es la piedra: florea varias veces a lo largo del año: cuando menos te lo esperas, volteas al balcón y ahí está con uno, dos o hasta cuatro flores coronándola.
Este año, desde hace unas semanas, se llenó de chipotitos en su punta, unos más grandes y otros más pequeños, todos apiñaditos juntos. Y nomás entrar marzo, empezaron a convertirse en flores. Pero esta vez se han ido por etapas.
Primero una flor sola:
Luego una pareja, unos cuantos días después:
Y ayer otra flor sola:
Siempre acompañadas de los bichitos alados negros que las aman tanto o más que yo.
Y este año como regalo precumpleañero, anticipando los... 60.
Gracias, piedra, siempre alegrando mi balcón
y mi presente.
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