Hace unos días, me fui a cortar el pelo. Para llegar al espacio donde Bruno hace su magia, hay que caminar por un pasillo junto a un jardín. Esta vez, estaba tomado por unas flores amarillas, casi doradas, enormes, colgantes. Y entonces me tomé unos minutos para sacar algunas fotos.
Más tarde, aproveché una de las imágenes para cambiar mi portada del Facebook y recordé de mi abuela Rosa, que las llamaba "trompetas de ángel". Y, así, se inició una conversación virtual sobre los diferentes nombres que reciben las flores. "Floripondios", comentó Natasha que las llamaba su abuela (nombre bastante común en México). Pero en casa de Ángela, las llaman "campanas" (como en República Dominicana, Cuba y Puerto Rico). Y resulta que del otro lado del mar, la bisabuela de mi amiga Isabel les decía "zapatillas de Venus" (me encanta). Y mi prima Carmela señaló que era "burundanga", nombre que yo no había escuchado jamás, pero eso me hizo recordar haber oído que las dichosas flores eran venenosas o soporíferas o algo así, a lo que alude este último apelativo.
Y entonces me di una vuelta por google, que me llevó a wikipedia, y me enteré que el nombre científico del género es Brugmansia, que son nativas de América, que su perfume se manifiesta sobre todo al anochecer (de donde debe de venir su nombre en Costa Rica: "reina de la noche"), que las polinizan principalmente los murciélagos, y que todas las partes de la planta son tóxicas, producen alucinaciones y pueden llevar incluso a la muerte. Hay pueblos, como los jíbaros del este del Amazonas, que las usan en ceremonias chamánicas. Bueno, el dichoso artículo hasta mencionaba los métodos para su uso como alucinógeno. (No por nada en Colombia la llaman "borrachero" o "cacao sabanero".)
Todo genial, pero lo mejor fue la plática con las amigas, aunque haya sido solo a través de comentarios feisbuqueros.
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